sábado, 7 de febrero de 2009

Franqueando abismos generacionales. Música



Pues bien, como les decía. Las similitudes generacionales a lo largo de la última mitad del siglo XX y la primera década del actual XXI son muy evidentes, sobre todo, en cuanto a la música.
Piensen, primero, qué tipo de música escuchan ustedes (ustedes son, si no me equivoco, individuos de mi misma generación (digamos, nacidos en la década de los 1980) que también escuchaban sus padres cuando jóvenes y que siguen escuchando. ¿Ninguna idea? !Cómo no¡ Apuesto doble contra sencillo a que la mayoría de sus padres, esporádicos lectores, escuchó Rock y Rock&Roll (en cualquiera de sus presentaciones), Trova, Canción de protesta, "Folk" y, claro está, la música que ponen en las fiestas (y de esa hay de muchos colores y sabores, no voy a enumerar). ¿Algunos nombres? Juan Manuel Serrat, The Beatles, Pink Floyd, Joaquín Sabina, Silvio Rodríguez... sí, hay una connotación gremial, de grupúsculo socio-económico, en todos esos nombres. No son, en ningún caso, música que reconozca siquiera un 30% de la población occidental-mexicana.
¿A qué se debe, pues, que mantengamos a través de los años los gustos musicales de nuestros padres? Me atrevo a formular dos posibles respuestas.

La primera es que la música la entendemos, también, como un medio de identificación social. Solemos relacionarnos con gente que esgrime opiniones similares a las nuestras, y eso incluye a la música. La música es, por tanto, una herramienta que también utilizamos (ay de nosotros!) para diferenciar entre grupos sociales y para posicionarnos dentro de uno u otro (pueden ser varios). Así, en una sociedad globalizada pero muy mexicana, como la de el DF, hacemos especulaciones tales como que el rock indie mexicano (Zoe, la Gusana Ciega, Los bunkers, etc) es fresa, pero fresa que evade la monotonía Pop y que gusta, también, del nuevo Rock británico comerical (Franz Ferdinand, The Kooks...)... o que el Rock urbano lo escuchan los dones ya mayores que siguen usando greña larga, botas hasta la rodilla y pantalones con parches de El haragán, Trolebús o los Ángeles del infierno. (Nosotros mismos acuñamos términos como "chica Manu chao y banda-silviorodriguez). Además, solemos definir nuestros gustos en una línea que, por lo general, es una continuación de la de nuestros padres. En términos de edad, no hay concierto más variopinto que uno de The Doors, de Pablo Milanés o de Luis Miguel. Podemos definirnos, muchas veces, en el entorno social en el que -creemos que- nuestros padres se definieron. Así, yo sé de varios que conocimos a Sabina a través de nuestros padres y nos sentimos muy orgullosos al cantar las canciones con nuestros amigos e imaginamos que nuestros padres hicieron lo mismo; podemos llegar a tal grado de negar un especie de "potencial sabinesco" en cierta gente a la que, pensamos, nunca le gustará Sabina porque no forma parte de su pasado ni de su presente.

La segunda respuesta tiene que ver, básicamente, con una revolución cultural sucedida entre la década de 1950 y la de 1970. Por eso les decía anteriormente que tenemos más cosas en común con nuestros padres que ellos con los suyos. Esta revolución culutral inicia, en el mundo burgués y occidental, como resultado de varias cosas: Primero, un hartazgo de las modalidades bélicas del pasado (a nadie se le olvidarán dos guerras mundiales y un holocausto en cosa de 30 años); las generaciones del Baby Boom y la de los niños nacidos durante la segunda Guerra Mundial tendrán, casi por regla general, una repugnancia a las manifestaciones violentas. Una prueba es, sin duda, el movimiento hippie de los años sesenta.
Otra causa de esta revolución cultural es, sobre todo en Europa, el desarrollo de un modelo asistencial, responsable y desarrollista de Estado democrático: el Estado de Bienestar. Tal modelo garantizó a todo europeo capitalista una gama de oportunidades para su desarrollo integral y colectivo que no se justificaban con "las herramientas para alcanzar la cima -discurso liberal estadounidense-" sino como parte de una responsabilidad social mayor; un sentimiento de solidaridad y éxito social que, en ese entonces, los europeos pregonaban con avidez. Esto permite un adelanto socioeconómico vital: crecen las clases medias y las clases trabajadoras alcanzan los niveles de aburguesamiento que Marx criticaba, lo que implica un mayor acceso a bienes de consumo, bienes culturales y a la infraestructura social y política de los Estados.
El tercer elemento es el 68. No sé cómo explicarlo, pero sé que es clave para apuntar esta idea. Las revoluciones del 68 (si las podemos llamar así) no eran de corte marxista-leninista o nacionalista o lo que sea; eran manifestaciones en contra de una cultura conservadora: se hablaba de liberalización de la sexualidad, de los espacios educativos; se hablaba del libre uso de drogas, del fin de las guerras imperialistas en cada rincón del mundo; no sé. Es un espacio muy breve pero condensado de la historia del siglo XX. Creo que es el reflejo de una juventud combativa que no afronta las inseguridades ni las obligaciones de los obreros, soldados o miembros de partidos de izquierda a principios de siglo. En Europa y EU, a los veinte años, en 1910, uno debía deslomarse en la fábrica o repartir panfletos del PCI para mantener a la esposa y a uno que otro hijo. En 1968, a los veinte años, uno cursaba una carrera en filosofía o en letras, vivía en casa de sus padres y jugaba futbol con los amigos en una cancha de pasto.... pero me desvío: la revolución cultural, musicalmente, imprime una nueva forma de relacionar a la juventud con la música (y ese es el punto que quería rescatar). Joan Baez y Bob Dylan significan casi lo mismo para los jóvenes de 1967 como para los de 2006 (o eso espero). Led Zeppelin y Jefferson Airplane son ampliamente conocidos hoy día entre los jóvenes que comparten esta similitud social y económica, pero, sobre todo, esta condición de "revolucionarios culturales".

Por supuesto que este debraye se limita a una fracción menor de la población occidental (no se diga de la población del Planeta). Es evidente que la mayoría de los jóvenes entienden la música de otra forma y la viven de otra forma (y viven con otra música). Pero este es el medio en el que he crecido (y creo que ustedes también), aunque, por supuesto, hagan falta varias precisiones.

2 comentarios:

Unknown dijo...

No sé si estar completamente de acuerdo en la influencia de los padres sobres los gustos musicales de los hijos, es cierto que mis papás no escuchaban a Sabina y yo aborrezco al mismo, pero la única influencia directa que pude encontrar es el gusto por Queen. De dónde demonios vine a sacar yo el gusto por el Death Metal? ve tú a saber... podría escribir un post sobre ello, valdría la pena, espéralo en la semana.
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Anónimo dijo...

Mi papá en mi caso si influyo en mis gustos musicales. Desde que era niño escuchaba la música que él escuchaba, ya sea The Rolling Stones o James Brown. Y gracias a el me gustan Cream, Frank Zappa, Emerson Lake and Palmer, Captain Beefheart, etc. Pero tambien escucho otras cosas que el no escucha. Creo que se debe basicamente a que la música actual apesta y no cuenta con la calidad que las bandas solían tener.
Pero creo que es más por la admiración a tus padres. Como cuando eres niño y dices que de grande vas a trabjar en lo mismo que tu papá. Bueno eso me pasó a mi pero ahora no creo que vaya a trabjar en lo mismo que mi padre.