lunes, 30 de noviembre de 2009

La Europa islamófoba. Un nido de ratas



En breve, quiero manifestar mi descontento por la decisión que tomó el electorado suizo (o 55% de éste) el domingo pasado en relación a los minaretes de las mezquitas en este país alpino.



Acá, la propaganda de estos últimos días para prohibir minaretes. Cualquier similitud con la propaganda de Goebbels es mera coincidencia... ¿o no?

No se trata de un caso aislado en términos del furor islamófobo que corroe a Europa. Es cierto que en términos jurídicos y políticos es la primera vez en Europa Occidental que, en la época de posguerra, se toma una decisión que afecta directa y exclusivamente a una comunidad religiosa en particular.
Pero antes les cuento cómo está el rol. Europa ha recibido población inmigrante de países musulmanes desde hace ya varias décadas. La Europa Occidental, más o menos familiarizada con el caso, puede ostentar cifras como las siguientes: casi seis millones de franceses son musulmanes (algo así como 9%); en Suiza viven 400,000 musulmanes. Ciudades como Amberes o Bruselas en Bélgica alojan más de 10% de población musulmana. Lo que esto evidencia es que, sin duda, la población musulmana en Europa Occidental, inmigrante o no, está creciendo.
Junto con ello crece algo de lo más preocupante: el sentimiento islamófobo que se compagina con la xenofobia y el racismo que se re-huele en Europa desde los años ochenta. Miles de individuo de dudosa firmeza moral se han afiliado a partidos de derecha por el simple hecho de presentar discursos antiislámicos y antiinmigrantes. Más allá de las discusiones acerca de lo importante que es para Europa recibir migrantes y de lo difícil que puede ser el proceso de "aclimatación" o de integración en estas sociedades, me gustaría resaltar que, aunque les parezca extraño, debe defenderse como libertad individual inalienable la libertad de culto.
Soy ateo, sí. Niego rotundamente la existencia de cualquier dios y suelo desdeñar los elementos que al respecto muestran los religiosos. Pero pienso que si la religión es un asunto individual (tan individual como puede serlo cualquier cosa que obviamente está también sujeta a presiones y escenarios sociales) entonces debo respetarla como resultado de la elección (cuasi) racional de el sujeto que así lo hizo (lo cual no evita que me guste discutir y, si se puede, convencer a alguien para que se una al lado oscuro del ateísmo). Bueno, el caso aquí es que me parece una infamia prohibir, por razones tan banales como que hacen ruido desde las cinco de la mañana, los minaretes de las mezquitas. (Aclaro que el minarete es la torre de la mezquita desde la cuál se llama a la primera oración del día a la población del lugar).
En Suiza la coalición de partidos derechistas organizaron un referéndum para prohibir la construcción de nuevos minaretes. En principio y a diferencia de lo que acostumbramos hacer de este lado del atlántico no podemos culpar sencillamente al gobierno derechista. Siendo Suiza una de las mejores democracias en términos de referéndums y demás medidas de democracia más o menos global, los únicos culpables aquí son los ciudadanos (bueno, el 57% del 55% del total de la población en edad de votar que así lo hizo... o sea, tres pepinos y una vaca lechera)... y claro, el partido político o la alianza de éstos que promovió la medida.

Habiendo atribuido la culpa correspondiente y después de decirles lo que pienso al respecto, no me queda más que hacer un par de cosas.
1) Recordarles a todos aquéllos que idealizan Europa o sus sistemas "integracionistas cuasi multiculturales" que tal cosa es muy difícil: recuérdoles que en Europa se alimentó durante siglos al racismo, la esclavitud y los nacionalismos xenófobos e intolerantes. En Europa proliferan partidos ultraconservadores de corte racista e intolerantes. En Europa hubo nazis y fascistas y hay neo-nazis y neofascistas. En Europa la población inmigrante o la que desciende de ésta aunque legalmente ya sea Europea no se siente siempre bienvenida, tanto porque quizá culturalmente sea difícil la asimilación como porque los esquemas sociales europeos son, también, de lo más difíciles y divisorios (ejemplos de sociedades estratificadas como la británica a lo largo de su historia hay pocos fuera de Europa).
2) Les muestro algunas de las imágenes publicitarias de los partidos de derecha suizos que han usado para éste y otros referéndums. Son todas indignantes.

Esta imágen fue usada en 2004 para promover el voto en contra de una propuesta que permitía una naturalización más o menos sencilla a los imigrantes.


Ésta otra reza "para mayor seguiridad, vote UDC". En pequeño dice "Calidad suiza". Nótese lo evidente de la conotación racista.




"Utilicen sus cabezas", lema que este partiducho de derechas ocupó en 2007. Las personas que ven ahí están orando a la usanza musulmana, con la cabeza gacha (pero claro que la idea es tratarlos de tontos, según la frase que aparece).







jueves, 19 de noviembre de 2009

Europa se solidifica, ¿será?

Desde hace varios años las altas esferas de la burocracia europea han hecho hasta lo imposible por mantener en alto la esperanza de configurar una Europa más integrada, con objetivos comunes que trasciendan sus fronteras y con instituciones más sólidas que la representen coherentemente con el exterior y la legitimen al interior.
Sería extremadamente falso, o al menos simplista, considerar que esto es ya una realidad. Para empezar, el famoso Tratado de Lisboa que finalmente aprobaron en los últimos dos meses los tres que faltaban (Irlanda por Referéndum, Polonia por su legislativo y la República Checa mediante su Corte de Justicia) entró en vigor en el instante mismo en que el presidente checo aceptó sin más lo que su propia Corte le indicaba. Lisboa promete, en dos palabras, reforzar - recién crear - la imagen, la posición y el rol de la Unión Europea en el mundo. También espera consolidar las instituciones vitales como el conjunto de comisiones. Nada más titánico.

Lisboa es el refrito patético y desalmado del frustrado intento de Constitución Europea. Era yo un mocoso imberbe (ahora sólo soy imberbe)cuando, en 2005, recibí con aplausos el NO que los referéndums en Francia y los Países Bajos arrojaron a tal proyecto. Yo sólo entendía una cosa del proyecto de Constitución: neoliberal. La verdad es un tanto más compleja, pero no dejaba de ser, admitámoslo, una verborrea preinstitucional que esperaba fortalecer el libre mercado europeo (quizá con consecuencias desastrosas para los menos favorecidos, especialmente los recién ingresados) y unificar políticas comunes respecto a temas de lo más inverosímiles. Era un pedazo de leyes supranacionales de muy corto alcance (a mi parecer), como lo prueba la inconsistencia con la que el Reino Unido se da el lujo de decirle sí a veces y no otras veces a lo que digan las enmarañadas instituciones en Bruselas o Strasburgo.
Pero ese intento de Constitución era muy importante por un punto en particular que yo, preparatoriano incontrolabe, no comprendía: la UE gozaría de una presencia mundial mucho mayor de la que ahora tiene (si es que tiene alguna). La UE, finalmente, podría pasar por un jugador más de las grandes negociaciones diplomáticas y no depender necesariamente de lo que sus divididos miembros opinaran respecto a uno u otro tema. Pues bien, los referéndums mataron esa Constitución (quizá con razón, pero honestamente no tengo los elementos para juzgarlo).
Después de tremendo descalabro, los gobiernos europeos decidieron pasarse la democracia directa por el arco del triunfo y decidieron que cada parlamento tomaría la decisión respecto a la enmendada propuesta constitucional que ahora pasó a llamarse Tratado de Lisboa. Todos votaron a favor. Todos menos uno (léase como viñeta gala de 50a.c.): la pequeña Irlanda. ¿Qué le pasó por la cabeza a una bola de duendecillos verdes borrachos y barbudos que estaban creciendo a tasas impresionantes año tras año? Yo no lo sé, pero me dio gusto que fueran los únicos dispuestos a aventarse el paquete del referéndum... y que pierde Lisboa.

Para no hacerles el cuento largo, resulta que después de medio negociar con Dublín (con la inesperada ayuda de una crisis de la chingada que tumbó a la pobre isla) Europa logró un nuevo referéndum en la isla. Y lo ganaron.

Para resumirlo todo a puestos individuales, Lisboa, ya aprobada, exigía la creación de dos plazas en la UE. La primera, la presidencia del Consejo Europeo que ha pasado a llamarse Presidencia de Europa. La segunda, el Alto Comisionado para Relaciones Exteriores, un especie de uno para veintisiete y veintisiete para uno de la diplomacia. Durante varios meses el nombre de Tony Blair no dejó de circular por toda la UE. Se esperaba realmente que él tomara las riendas de alguno de los dos nuevos cargos para darle "consistencia", "firmeza", "dirección" y "prestigo" a la UE.
Pues nada de eso. Blair es visto (y con razón) como el atlantista que cayó en las podridas redes de Bush. Blair el belicoso, el arrodillado, el lamebotas o el imprudente. Blair el proyanqui, el texano de clóset, el laborista thatcheriano, el responsable, en parte, de la debacle actual del Labour en el RU.
Bueno, pues ese Blair NO podía ocupar cargo grande alguno. Así lo decidieron los dos enanos que representan hoy el eje París-Berlín, reforzado como resultado de la hiperactividad de Sarkozy y aceptado sin demasiado alembreste por la sombría Angela.

Fue la misma canciller alemana la que dijo expresamente que el nuevo Presidente del Consejo debía provenir de un país pequeño. ¿Para qué? Esa fue la pregunta más recurrente. ¿Qué grandes diplomáticos hay en los países pequeños a excepción de Suecia y Finlandia? ¿Qué hará un esloveno, un luxemburgués o un maltés en la presidencia? ¿Qué podría hacer un belga? ¿¡¡UN BELGA!!? Pues sí, un belga. Frau Merkel jaló todos los hilos y es quizá la primera responsable de que hoy, 19 de noviembre, los 27 países hayan aprobado por unanimidad a Herman Van Rompuy como primer presidente del Consejo Europeo. Ni hablar.

Ahí les va. Herman Van Rompuy no tiene experiencia diplomática, pero resultó ser un excelentísimo mediador y pacificador en la histérica crisis política belga que duró año y medio. Desde las elecciones federales en junio de 2007 hasta diciembre de 2008, cuando él asumió el liderazgo del parlamento sin haber sido votado por el pueblo (las elecciones sí las ganó su partido demócrata cristiano flamenco, pero el Primer Ministro fue un enorme incompetente, el señor Yves Leterme, que descagó al país). Les decía, Van Rompuy lidió con la intransigente y peligrosa derecha belga (tanto flamenca nacionalista como valona putrefacta) y con una maraña de contradicciones entre los demócratas cristianos de un lado y otro de la frontera lingüística. En pocas palabras, el intelectual Van Rompuy, serio y decente, carga con el mérito de haber apaciguado a un país en llamas que bien pudo haber dejado de ser país.

Pero se nos va a las grandes ligas. ¿Qué balance sacar de ahí? Para Bélgica definitivamente es contradictorio, quizá más malo que bueno: No podemos recurrir, por segunda vez en menos de 15 meses, a un nuevo primer ministro que NO haya sido electo por la población. Peor todavía, lo más probable es que regrese el incompetente de Yves Leterme. Los frágiles equilibrios políticos en Bélgica podrían tambalearse a la menor provocación y no creo que el Señor Leterme pueda ser el artífice la estabilidad política belga. La única ventaja para el país de la cerveza es que algo habrá de prestigio. Y sobre todo significa un enorme reto para todo un grupo de políticos y diplomáticos belgas que deberán ponerse las pilas en la UE y sacar adelante un proyecto de integración que se la haga de tos a los gringos y ponga en su lugar a los chinos.

Europa gana... o pierde. Soy de la idea que un gran diplomático europeo, reconocido por propios y extraños, habría desempeñado un excelente papel. Hay doscientos mil expresidentes finlandeses que han colaborado en la ONU o en otras instancias diplomáticas de alto calibre con resultados generalmente buenos. Sé que lo mejor que podía pasarle a Europa era que los tres grandes (la pobre Italia, aunque en población alcanza a los brits, está hundida en su mediocridad berlusconiana) llegaran a una posición de statu quo que evitara que se lanzaran a la yugular. Blair no será pero el RU sí se quedó con la alta comisión de asuntos exteriores. Francia y Alemania seguirán tras bambalinas asegurándose que todo salga según pensaron tomando bordeaux y comiendo kartoffel.

En el fondo hay pocas cosas que se pueden tirar en claro. La primera es que Europa, por fin, tomará una nueva imagen (nomás que todavía no sabemos si será buena o no). Además esto obliga a los 27 a activarse y colaborar mejor entre ellos a riesgo de verse chamaqueados por los más grandes. Espero también que agilice el trámite de ingreso a los que están en fila de espera, sobre Islandia (que ya la subastaron en ebay como doscientas veces), Croacia (que ya arregló sus broncas fronterizas con Eslovenia) y Turquía que sencillamente se lo merece.

Una Europa más fuerte y dinámica es importante... pero también me gustaría estar seguro de que la Petite Belgique sobrevivirá sin la mano firme de Van Roumpy, y eso ni Blair ni Sarko no nadie me lo pueden asegurar.

domingo, 15 de noviembre de 2009

¿Cómo sacar tres millones de personas a las calles?

La pregunta me atormenta desde que empezó el relajo SMEico en nuestro país aquel fatídico sábado que, por decreto, el Presidente decidió cerrar la Compañía de Luz y Fuerza del Centro - y de paso desintegrar, si posible, a su sindicato tan sui generis.

Mi punto de referencia es Francia (qué raro). Hace unos meses los franceses coordinaron una megamarcha nacional en contra de los efectos de la crisis y las erradas decisiones de su gobierno (que por cierto tiene ciertas similitudes con el nuestro: ambos presidentes son unos enanos - casados con mujeres que les doblan la estatura-, son hiperactivos y babosos y tienen la enorme ventaja de ver fragmentada a sus respectivas oposiciones de izquierda). Se trató, en fin, de un conjunto de manifestaciones que llevaron a las calles a más de tres millones de individuos en casi todas las ciudades más grandes del país (tan sólo en París marcharon más de un millón de trabajadores, estudiantes y profesionistas).
¿Cómo logran los franceses, tan orgullosos, egoístas y egocéntricos organizar manifestaciones de tales dimensiones cuando son incapaces - o no quieren- de saludar a sus propios vecinos?

Tendré que precisar, antes que nada, que los franceses tampoco son viles palomas blancas: sus grupos de extrema derecha, racistas y violentos, son cada vez más fuertes; un gran sector de la población gala se ha negado rotundamente siquiera a considerar la entrada de Turquía a la UE. Pero cuando de tomar las calles se trata, pocos pueblos son tan exitosos como los franceses (S. Tarrow diría que lo tienen casi en la sangre y que desde pequeños aprenden a formar barricadas... 1789, 1830, 1848, 1870... la lista sigue).

Honestamente, me parece triste y patético que en México no seamos capaces de hacer algo parecido. El punto más álgido de las movilizaciones ciudadanas, el fraude de 2006, no logró sacar a más de un millón de personas a la calle y difícilmente tuvo efecto más allá de la Ciudad de México. Hoy día todos dicen que el descontento social es evidente, que las movilizaciones sociales no tardarán en tomar las calles (y quizá los edificios públicos), que la gente no aguanta más y que los actos de protesta e incluso violencia no harán más que multiplicarle en los próximos meses.

¿Sí?

No creo. Lo más difícil, sin duda, es creer que todo eso es posible cuando como sociedad somos incapaces de organizar protestas coherentes, articuladas, multitudinarias y nacionales. Cada que hay una marcha en el DF (porque generalmente las marchas son en el DF), siempre hay una muy buena parte de la población que las desaprueba: ya sean centristas o derechistas que se niegan a criticar las acciones del gobierno, como en el caso del SME o del fraude, o bien la izquierda crítica de las "fresamarchas" con valet parking a las que asisten los clasemedieros altos y los ricos para quejarse por la violencia. So, primera conclusión, como sociedad con intereses mínimamente similares valemos madre.

Luego está la apatía generalizada. En cualquier marcha uno se encuentra una buena proporción de paleros y acarreados que no necesariamente marchan por convicción. Otros tantos pueden ser grillos improductivos y "neopunks" de la Facultad de Ciencias Políticas que a todo llaman "fascista represor". Las grandes manifestaciones no reúnen a mucha gente: no más de 450 mil en la primera del SME y no más de 200 mil en la de la semana pasada. Esto muestra la incapacidad de algunos sectores en protesta por convencer al resto de la población de que se unan a sus manifestaciones.

Otro punto es que las movilizaciones pocas veces tienen visión nacional del asunto. Para empezar, siguiendo con el ejemplo del SME, este problema sólo afecta a los chilangos y aledaños. Un sindicato corrupto y difícil de defender como el electricista no tiene mayor eco en el interior de la República y mucho menos adeptos interesados en llevar la lucha a sus tierras. Esto se debe a que la "lucha del SME" se concentra básicamente en pedir una restitución de sus propios derechos (y hasta privilegios) y difícilmente denotan interés alguno por extender sus demandas hasta abarcar muchos otros descontentos sociales que sin duda pululan en nuestro país.

En Francia marcharon más de tres millones en cada rincón porque, evidentemente, la crisis económica resultó ser lo bastante generalizada como para molestar a gente en todos lados. En México prácticamente ningún movimiento de este tipo tiene repercusión fuera del centro. El mayor problema, me parece, es la incapacidad que tenemos para hacer de nuestras luchas elementos integradores, heterogéneos y nacionalmente válidos. Al ser incapaces de convocar a huelgas nacionales y paros generalizados, nuestros sindicatos y organismos sociales o cívicos están destinados a convocar tan sólo un puñado de gente y ganarse la enemistad de muchos individuos más que no llegaron a trabajar, no pudieron comprar no sé qué cosa, perdieron la ambulancia (y la vida)... qué sé yo.
En cambio, organizar paros nacionales permitiría que en todo el país la gente saliera a las calles (o se quede en casa rascándose los gumaros, como prefiera) y nadie se frustraría en el tráfico o en el metro porque perdió la chamba, no llegó a su junta o sufrió un paro y no había ambulancias. Pero además de las ventajas prácticas de un paro nacional, su significado es mucho más profundo: implicaría que realmente existe un descontento general respecto a las muchas facetas del gobierno y del sistema político; implicaría desconfianza en las instituciones (voto incluido) y sugeriría que hay quienes, en todos lados, piensan que las cosas pueden y deben arreglarse de otro modo.

La falta de unidad social no es en sí mala (si no no habría democracia). Pero sí es terrible que no haya puntos de consenso, que haya sectores muy desiguales y polarizados en todos los sentidos y que no tengamos una idea, por mínima que sea, de la solidaridad colectiva. Eso demuestra, una vez más, que no hay un proyecto de nación entre las élites actuales y que toda iniciativa resulta errada porque no goza del consenso nacional.

Así que, si realmente detestan las manifestaciones en Reforma, espero que vean con buenos ojos aquéllas que tengan alcances nacionales mucho más arraigados y que movilicen a pocos millones de individuos por una razón más o menos común, por endeble que ésta sea.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Tómatelo con filosofía

"Tómatelo con filosofía" es una versión más refinada e intelectualoide de los más comunes "ya ni pedo" o "vele el lado bueno". Dicen que en México siempre nos tomamos las cosas por el lado bueno, con filosofía, y hacemos chistes del terremoto del 85 que catorce segundos después ya van de boca en boca por toda la ciudad. Quisiera contribuir a esa buena costumbre mexicana siguiendo tal cual la ya mencionada frase.
En febrero me asaltaron. Ya pasó un buen rato y no es de extrañarse que desde hace varios meses haya pensado en formas amenas y divertidas de ver lo sucedido. Algunas de ellas aparecieron de nuevo hoy en mi mente, así que decidí plasmarlas en este mísero blog.

La Ontología y el Existencialismo Cuando el sujeto, gordo, mamado y chaparro (un vil tapón de alberca) te sorprende con una frase de lo más rebuscada: "Somos la rata". ¡Ay guey! El trasfondo de esa reflexión existencial es impresionante: hay un considerable grupo de bípedos chimpanzóicos que tienen dos opciones en su mísera existencia. Pasar la mañana rascándose las hinchadas verijas o salir a la calle a asaltar, extorsionar, golpear o apuñalar al primer despistado (claro que cualquier bípedo no chimpanzóico consideraría muchas opciones más, como salir a echar la cáscara, buscar chamba, ir a la escuela o barrer la azotea). Ese grupo multiplica su propia fuerza e influencia con la creación de esa imagen en el otro. "Somos la rata" implica que el que te asalta no está solo; muy al contrario, forma parte de toda una hermandad roedora y sobrereproducida que te atormentará durante días. Te observan, te siguen, te molestan... en el fondo sí son como pinches ratas.

La Epistemología puesta a prueba (experimentación)
Resulta que otra reflexión sesuda e indigestible sirve como carta de presentación. "Tengo una pistola, ¿la quieres ver?" (Albureros abstenerse). Dejando muy claro que PUEDE haber una pistola, el individuo quiere que creas que HAY una pistola. La pregunta que sigue es meramente una hipérbola más: "¿La quieres ver?" no sólo reafirma la existencia de la mentada pistola, sino que pone a la víctima en una tesitura científica muy concreta: "¿Tengo interés en comprobar, mediante falsación popperiana y reformulación hipotética, que el sujeto gorilezco frente a mí porta un arma?" La respuesta más obvia, o en todo caso aquélla de supervivencia elemental es "no, paso".

La Axiología pisoteada.
El marco valorativo se desploma. En términos de estética general, el reloj usado, feo, de cápsula rayada, casi sin pila y con la correa más rijosa y apestosa de la ciudad pasa a cobrar enorme importancia para el orangután que te amedrenta, aunque su mísero botín de guerra valdrá menos de siete chicles en la Buenos Aires. Tu discman cuasi noventero es una mina de oro para el musélido de dos toneladas que tienes enfrente aún cuando gran parte de la poblaciónqueescuchamúsicaeneltransportepúblico ya usa su celular (más caro que el maldito discman), un reproductor mp3 de República de El Salvador y Eje Central o, si estás en la línea 3 entre universidad y centro médico o en la naranja por Polanco, un iPod.

Positivismo como último recurso Confío en el potencial educador de nuestra gran sociedad para erradicar de las mentes de los pobres chavos de la doctores la idea de asaltar al primer despistado. Confío en el progreso de la ciencia y la tecnología que abaratarán absurdamente mi próximo reproductor de música, mi nuevo celular y mi reloj sin pila. Confío en el individuo babuínico que desarrollará un verdadero sentimiento de amor y respeto de lo más profundo hacia sus responsabilidades contractuales para con la sociedad que le rodea. Bla bla bla bla.


Me tomé el asalto con filosofía