miércoles, 28 de abril de 2010

El gol del honor

Sé que hay quizá cosas más importantes que decir ahora: podría estar escribiendo sobre la ley anti-inmigrantes de Arizona o la fatal crisis política belga (otra vez). También podría relatarles alguna experiencia germana reciente -pero no será así.
Tan sólo porque tengo poco tiempo y porque me parece que incluso al enemigo hay que aplaudirle sus aciertos, reflexionaré en breve sobre la nueva restricción legal/jurídica que el Senado mexicano le aplicó ayer al ejército. Vaya, un gol a favor.
Desde el siglo XIX el presidente de México tiene la facultad de convocar a las fuerzas armadas para proteger la seguridad e integridad del país. Una cláusula constitucional así parece muy lógica y comprensible, sin embargo es de lo más confusa. ¿Qué afecta a la soberanía del Estado? ¿Guerras, intervensiones, conquistas... Narcos, guerrillas, movimientos sociales, manifestaciones? ¿Lo ven? No queda nada claro cuáles son los ámbitos en los que las fuerzas armadas pueden intervenir.
Afortunadamente, eso cambió recién ayer. Prácticamente por unanimidad, el Senado aceptó modificar las particularidades de la Constitución que hacen referencia al "uso" del ejército. Ahora queda explícito que el Presidente NO puede acudir a las fuerzas armadas para control, represión o disuasión de movimientos sociales, organizaciones civiles, manifestaciones pacíficas y demás.
Para efectos de esta nueva aclaración constitucional, es muy importante que diferenciemos enetre movimientos sociales y crimen organizado, y esto por dos razones:
1. La nueva ley (si queremos llamarla así) no excluye la participación del ejército contra la fatídica guerra contra el Narco. Es quizá baladí, pero en el contexto nacional sigue siendo claro que el Narco y en general todo el crimen organizado es una amenaza nacional. Yo todavía no estoy seguro de que sea una amenaza al Estado y tampoco pienso que sea exclusivamente una amenaza a la sociedad. Por eso, "amenaza nacional" me parece más justo (aunque quizá ambiguo). En suma, los políticos reconocen que el ejército seguirá implicado en la lucha contra el narco AUNQUE han reconocido también que hay que delimitar con precisión sus funciones. Por ejemplo, la necesidad de controlar el rol militar en actividades de caracter policíaco.
2. Otra razón se deriva del aspecto "humano" de esta ley. Ahora queda estipulado -o al menos queda abierto el camino para- que los militares que en sus operaciones contra en narco/crimen org. atenten contra civiles (contra sus derechos humanos o contra su persona) serán/sean juzgados por tribunales civiles y no castrant...castrenses. Importante porque, aunque no le quita el maldito fuero a los milicos (y eso es algo por lo que se peleó Pablo Gómez), permitirá que en casos específicos los militares rindan cuentas como debe ser.

Me parece que es un gran acierto, entre otras tantas razones, porque el gobierno mexicano debe comenzar a reflexionar sobre qué hará después: independientemente de que "gane" la "guerra" contra el narco o no, debe quedar claro -creo- que el ejército NO puede quedarse en las calles o movilizado como está. El enorme riesgo es que la historia ha demostrado -y no sólo en México- que un ejército recién movilizado se muestra férreamente renuente a su re encuartelamiento. A Calles y a Cárdenas les costó mucho trabajo (aunque ahora se cuente casi como anécdota).
En concreto, es importante preveer qué hacer con los milicos (y pronto). No se quedarán en las calles de las ciudades fronterizas y no podrán seguir realizando funciones policíacas. Eso sería lo ideal.


Sea como sea, el Sub-comandante Marcos ya dijo hace mucho tiempo de qué se trata. "El mayor objetivo de todo ejército, la razón por la que con más fuerza luche, debería ser su propia desaparición".

viernes, 9 de abril de 2010

Partamos de nuevo

Poco antes de que la revolución cubana cumpliese una década, uno de sus protagonistas elementales, el Che, murió asesinado en Bolivia. Doscientas mil teorías trágicas y estúpidas apuntan a Fidel Castro como responsable. Qué aberración. Sin embargo, no fue casual que el Che estuviese en ese entonces en Bolivia y no sentado en algún cómodo despacho de algún ministerio en la Habana. Ernesto Guevara y Fidel Castro ya habían discutido de manera profunda y divergente acerca de los temas fundamentales de la Revolución, de sus objetivos y sus resultados hasta entonces obtenidos.
Nunca se ha explotado demasiado la fractura entre ambos personajes como veta para minar con más críticas al régimen castrista. Quizá porque no ha sido necesario -porque quizá no sea cierto que hubo tanta tensión entre ambos-, pero quizá también porque ha sido perfectamente opacada por tantos otros episodios de discordia entre prominentes figuras cubanas.
Me explico. Muchísimos ex-revolucionarios han tomado la vía de la oposición democrática, la del conformismo consumista estadunidense, la del radicalismo derechista de Miami o la de la crítica endeble pero constante desde dentro. De entre esas cuatro vías generales, la segunda y la tercera son deleznables, excepto quizá en el caso de sujetos como Carlos A. Montaner y otros disidentes que se vieron en la penosa necesidad de huir de Cuba porque su pellejo corría peligro. Son deleznables porque han abrazado incondicionalmente a otra dictadura, la del capital (y no me quiero ver dogmático: aceptemos que es una dictadura, quizá más suave y más llevadera que la de los Castro, pero dictadura a fin de cuentas). Lo rescatable es que algunos han mantenido posiciones críticas balanceadas y ciertamente fundamentadas. A lo que voy es que ha habido muchos (y quizá hay cada vez más, o al menos salen con mayor sencillez a la luz) casos de personajes cubanos que critican con amplio fundamento a los Castro. Incluso desde dentro, si bien siempre de manera atemperada, individuos como Pablo Milanés se han mantenido a distancia del proyecto cien por ciento fidelista. ¿Las razones? No debemos enumerarlas, pues son por todos sabidas. Digamos tan sólo que en Cuba, desgraciadamente, las cosas no van tan bien como insisten los Castro. Y lo importante, me parece, es que ese tipo de inconsistencias sean reveladas por la gente que está dentro y que es cercana a lo que de veras sucede en la isla. No podemos confiar de las visiones externas que son también muy tajantes siempre por sus fundamentos anticastristas y antiizquierdistas. La Revolución Cubana sí ha cumplido y ha logrado mucho, de eso no debe quedarnos la menor duda. Que sea exactamente el modelo más adecuado para seguir adelante es un punto que, sin duda, debemos discutir.

Hoy leía en El País un texto que me pareció interesante. Resulta que Silvio Rodríguez y Carlos A. Montaner se han carteado recientemente de manera algo cruda pero siempre cordial y han discutido viejos tabúes y viejas cuentas pendientes de la historia reciente en Cuba. Hace ya algunos días Sivio R. externó cierta preocupación por el rumbo que sigue la Isla, entre otras cosas a raíz de la muerte de Zapata, preso político del régimen que hizo una maratónica huegla de hambre y falleció. Que gente como Zapata o Montaner (o la hermana incómoda y pérfida de los Castro que vive en EU) critiquen al régimen parece normal y hasta importante (bueno, lo de la señora Castro es más bien molesto y trágico, sobre todo porque carece de argumento lógico alguno). Pero que gente como Rodríguez y Milanés comiencen a hacerlo, aunque sea tímida y lentamente, debería llamarnos más la atención. Grosso Modo, hay dos formas de verlo. La primera es que no sean más que un par de oportunistas que, al ver llegar el fin biológico de los Castro quieran, ahora sí, erguirse como paladines de la democracia que se viene en Cuba. Me parece que no va por ahí (y si así fuera, quemo mis discos). Ciertamente habrá muchos que así actuarán, gente que ahora se dice incondicional y que en un par de años o cuando todo cambie (porque todo va a cambiar, creo) darán la vuelta más ojete y maricona de sus vidas.
La segunda opción es que esta gente empiece a evidenciar esos puntos fatídicos del sistema político cubano de hoy con el interés claro de defender un modelo socialista, no de derribarlo. Eso sería, sin duda, lo ideal, porque si Cuba siguiese un camino similar al de otros países comunistas, como Rusia o Ucrania, por ejemplo, perdería de la noche a la mañana su excelente sistema educativo, su infraestructura para salud e investigación y su virtud cultural y hasta deportiva. Una crítica desde adentro pero consciente de los enormes logros de los últimos 51 años de gobierno en Cuba puede ser esencial incluso para cambiar el rumbo del proyecto socialista, pero nunca para aniquilarlo.
Quizá tendrán razón quienes digan que es ya muy tarde para rectificar el rumbo. Lo dirán basándose en argumento económicos complicados o en realidades geopolíticas que no podemos obviar (aunque nos gustaría). Sin embargo, no voy a desistir en mi intento por justificar porqué un modelo de sociedad socialista (y reitero que es sociedad y no gobierno, al menos en el caso cubano) sigue siendo la opción adecuada.
Seamos francos: pocas sociedades en el Mundo son tan variopintas y pacíficas como la cubana. Es triste, sí, que haya una fachada aterradora de prostitución y miseria cuando uno como turista se pasea en el Malecón de La Habana. Pero no podemos olvidar que los niveles de alimentación (ni digamos salud y educación) son bastante buenos para un país pobre como Cuba. Entre otras razones, me parece que esto sigue explicándose por el compromiso social que tienen los cubanos. Es una especie de conciencia colectiva de que, pase lo que pase, están juntos en el mismo barco.
Otro argumento es el del ejemplo latinoamericano (aunque quizá cae ya en desuso). La sociedad cubana sí vive en una dimensión más o menos socialista (bueno, vivía hasta los noventas; ahora las desigualdades no paran de crecer, desgraciadamente) que difiere radicalmente del desastre de desigualdad e injusticia en el que está sumido el resto del continente. La Venezuela de Chávez ha tenido muchos problemas para acercarse a ese problema; los modelos económicos y sociales de México, Chile o Colombia no dejan de ser extremadamente inequitativos y desbalanceados. El ejemplo Cubano sigue siendo el de una población multiétnica relativamente pacífica y fraternal.

El modelo comunista cubano fracasa económicamente, eso parece ser una idea compartida. Sin embargo, no hay razón para pensar que está sufriendo más que cualquier otro sistema económico en cualquier otro país de características similares: si el socialismo se implementó confiando en expectativas elevadísimas, entonces sus detractores explotan ese defecto para decir que, en todo momento, es fallido. Por su parte, el capitalismo dejó hace tiempo de hacerse esas ideas fabulosas y ahora es más cínico: pobreza habrá siempre y desigualdad también. El nivel de ingreso cubano per cápita no es más bajo que el de la media latinoamericana y su índice de desarrollo humano es más alto que en la mayoría de los países del continente.
Reconozco que sin duda lo peor ha sucedido en los últimos años, tiempo durante el cuál sí ha comenzado a desmoronarse la ilusión económica cubana. Pese a ello, quisiera seguir cuestionando la idea de que lo que necesita la isla es un giro al "capitalismo democrático" para salvarse del atraso y la pobreza. ¿Cuántos países del continente han salido de la pobreza gracias a un sistema así?..... Ya decía yo. De todos modos, Cuba deberá demostrar que, en todo caso, su sistema político puede democratizarse sin recurrir a sangrías librecambistas. Si no lo hace, la experiencia rusa y ex-comunista en general rondará como fantasma con sus mismos graves errores y sus catástrofes sociales.