sábado, 1 de octubre de 2011

Vive cuando debas vivir; muere cuando debas morir (Parte I)

No es fácil, y aún así discutir el tema es de lo más relevante. Quisiera hacer algunos apuntes, en tres textos distintos, sobre tres temas que tienen que ver con la vida y la muerte, si bien no necesariamente están relacionados. Se trata del aborto, de la pena de muerte y del suicido. Apuntes breves y cargados de opinión y subjetividad, como me gusta. Eso sí, los tres están más que contextualizados en la sociedad y la política mexicana. Tienen que ver con percepciones y realidades, con leyes y con prácticas. Vámonos pues.

Aborto. En México es ilegal. No nos engañemos, pues no significa que no se practique ni que haya partes del país donde esté permitido. Pero a nivel nacional no existe una disposición clara al respecto. No es legal, pero su penalización no es evidente (como lo es en otros países). El carácter federal del Estado mexicano permite que se pueda legislar al respecto en los estados. Eso es bueno y malo. Bueno porque permite que subentidades políticas tomen decisiones trascendentales y malo porque no hay homogeneidad nacional. Subjetivamente, diré que es bueno porque en el DF es legal y malo porque hay estados que lo penalizan. Además de eso, el asunto es más profundo porque invita a pensar en:

- Cuándo inicia la vida y cuándo termina. La vida biológica, como división celular, empieza con la concepción. La vida humana (sensorial, motriz, afectiva) empieza varios meses después –quizá todavía en la panza materna. La vida social empieza con el nacimiento o, aunque podríamos discutir si el vínculo que se establece entre el feto y su madre o su entorno no es ya vida social. En cualquier caso, la vida humana y la vida social no empiezan antes del tercer mes de embarazo. La vida termina con la muerte, así de sencillo. Si no hay vida, no hay muerte, y entonces no se llama aborto sino interrupción del embarazo (es como que una enfermedad interrumpa tu proceso de división celular en el páncreas; no mueres por tanto).

- Si valen más los derechos de una mujer que los de un cigoto (porque todavía no es feto). No lo creo: los derechos de la mujer (reproductivos, afectivos y sexuales) se complementan con sus propios derechos sociales (derecho a la salud, a un entorno digno, a buenos servicios). Cualquiera de ellos supera los derechos de un cigoto. El grave error de las legislaturas locales que determinan que la vida inicia con la fecundación es que no acompañan esa decisión de derechos jurídicos, humanos y sociales efectivos para el cigoto o para el feto. No estoy cayendo en el absurdo de que se le dé derecho al voto o se le obligue a pagar impuestos; hablo de derechos como la protección jurídica (más allá del aborto como “asesinato”, ¿qué hay del maltrato, la irresponsabilidad en el cuidado o la mala alimentación, por ejemplo), derechos de salud y entornos adecuados… No, estas leyes totalmente sesgadas no contemplan nada de eso y prefieren limitarse, escandalosamente, a buscar la penalización del aborto y el reconocimiento casi religioso de la vida desde la concepción sin pensar en las implicaciones de ello.

Más allá de que haya enormes fallas constitucionales (que si es prerrogativa de los estados o del país; que si se puede realmente legislar respecto de la vida y la muerte en la Constitución), lo importante es lo que social y políticamente significa este circo. La derecha (porque sí es, por lo general, un debate izquierda-derecha), argumenta estúpidamente que las madres que abortan deben ser castigadas porque están “matando” a una persona. Dicen también que los que defienden el aborto prefieren cuidar ballenas y arbolitos que proteger a los de su propia especie. También creen que las autoridades que promueven la despenalización del aborto incitan a que se haga, por lo que están invitando al “genocidio”, al asesinato y a la desmoralización del individuo, la familia y la reproducción humana. Todos esos argumentos están rondando por ahí –y hay muchos más.

La izquierda debe ser muy cuidadosa. Hay quienes estúpidamente también suponen que, como “un niño pobre, no deseado y que vive en condiciones de miseria tiene 90% de posibilidades de convertirse en criminal, entonces hay que abortarlo”. No. El aborto no es ningún mecanismo preventivo de la defensa del crimen o la inseguridad. El aborto es tan importante y tan sentimentalmente complejo que no se puede tomar así a la ligera.

Finalmente, la discusión sobre el aborto es totalmente idiota por una simple razón: los seres humanos vivimos en comunidades políticas que llamamos Estados y gobiernos. Éstos deben garantizar igualdad de derechos, oportunidades y condiciones materiales de vida a todos los ciudadanos, a la vez que todo se desarrolle en un ambiente de verdadera libertad. Por eso, el aborto, sencillamente, debe ser legal y todos los esfuerzos deben dirigirse a promover que las mujeres y sus parejas elijan LIBREMENTE si quieren abortar o no. La información debe ser abundante y la libertad total. De lo contrario, se pueden cometer muchos abusos. Pero lo importante es que esté permitido hacer una cosa o la otra. NO ES LO MISMO si hablamos de asesinato, robo o violación, precisamente porque es un hecho que los cigotos NO gozan de derechos políticos ni sociales y tampoco tienen, creo, condiciones humanas. No digo que sean monstruitos, o infrahumanos: sólo digo que pesan mucho más los derechos de las mujeres y las parejas, así como las consideraciones reales respecto de cómo será la vida del infante no deseado, con padres no preparados y en situaciones adversas y precarias.

No se trata, por lo tanto, de discutir públicamente si el aborto es moral o no –eso lo podremos discutir buena onda entre cuates, con familia y pareja, incluso en ciertos foros académicos y públicos, pero no desde el Estado. Es, al contrario, una práctica médica que debería ser totalmente legal, como cualquier otra. Y la decisión, que tomará en cuanta todas las consideraciones de las que ya hablé y muchas más, tendrá que ser respetada.