lunes, 16 de mayo de 2011

Estratégicos mis...

A lo largo de los últimos meses he desistido de buscar la “oportunidad de oro” para escribir un texto sesudo y bien razonado sobre algún tema que me llame de verdad la atención y que, además, considere importante. No sé si sólo es falta de tiempo, de organización, de pericia o si es debido a una pérdida paulatina de callo bloguístico. Como sea, decidí que, como texto de transición, tentempié, engañaestómago o atole con el dedo, les presentaré a ustedes, amables lectores, un texto breve, poco relevante y, sobre todo, ameno. Si se mordían las uñas esperando el próximo texto reflexivo-analítico, espero que sigan teniendo uña que masticar porque no será hoy.

Hay, creo, dos errores muy, muuuuuy comunes en el ámbito periodístico, la comentocracia y los análisis académicos y de coyuntura baratos. Ambos tienen que ver con cuestiones internacionales y ambos son terriblemente recurrentes. Lo son tanto, que incluso yo me he sorprendido, en no pocas ocasiones, cayendo en las falacias de las que al ratito les contaré.
El primer error, muy común a mi juicio, pero que es mucho más inocente, pero que denota también cierto desconocimiento profundo del tema en cuestión, es el de los gentilicios. Es muy común toparse con esos pequeños errores que, al final de cuentas, a nosotros nos vienen importando nada, pero el individuo que se siente aludido es capaz de poner el grito en el cielo e indignarse. Hay unos tan comunes que se volvieron norma aceptada; hay otros que se imponen jerárquica pero subliminalmente hasta el punto en que no los notamos más; los hay que son sólo para fregar. Y por supuesto que, muchas veces, muestran sólo nuestra propia ignorancia al respecto. Ahí van algunos.
--No, los americanos no son sólo estadunidenses (o, mejor dicho, los estadunidenses no son los únicos americanos). Este es el más conocido, choteado, criticado y, después, ignorado de todos. Del río Bravo para abajo puede indignarnos, pero incluso nuestra gente es capaz de decirnos “bájale, mano, es una palabra que usan desde el siglo XIX: todo mundo entiende a qué se refieren”. O el clásico, “pues si se llaman Estados Unidos de América, ¿por qué no decirles americanos? La precisión histórica, en esos casos, no está de más. Antes de que pasaran cuatro décadas de la conquista española en el México de hoy, un tal Américo Vespucio ya estaba mapeando la región con rigor renacentista. El Continente se llama así por él (así como Colombia por Colón, no por el inspector Columbus –les recomiendo a don Rodrigo Adelantado de Carreras, cortesía de Les Luthiers, inspirador de la Rodrigombia). Los EUA se colgaron de lo de “América” porque fueron los primeros en independizarse (palomita), y al poco rato consideraron que el continente entero podía pertenecerles, aun en sentido figurado (tache). Sí, América es UN continente (y no son “The Americas”, como insisten algunos periodistas extranjeros para hacernos enojar). Que exista o no más allá de la geografía es otro cantar (nadie se pone tampoco de acuerdo si Turquía y el Cáucaso son Europa o Asia; al menos en nuestro Hemisferio los límites de América quedan muy claros). Y los estadunidenses son eso, ESTADUNIDENSES (sin diptongo para que suene mejor). La palabra no existe en inglés (Usian les molesta), ni tampoco en la gran mayoría de los idiomas. Pero en español sí y es importante usarla (básicamente porque es correcta). También existe en francés, para los exquisitos: étasunien/enne.

--No, no hay tal cosa (o ya no hay tal cosa) como el Reino de Inglaterra o la Reina de Inglaterra; Inglaterra es una nación, quizá un país si somos flexibles, pero no es un Estado. No hay tal cosa como delegación inglesa en los juegos olímpicos, ni parlamento inglés ni nada de eso. El Estado se llama Reino Unido y el gentilicio correcto es británico. Cuando decimos “inglés” queriendo hablar de lo “británico”, automáticamente excluimos a los escoceses, galeses e irlandeses del Úlster.

--Israelíes e israelitas no son lo mismo. El segundo es un término de la época bíblica y se refiere al pueblo de Israel de antaño. Los Israelíes son los nacionales del actual Estado de Israel. También es muy común confundir a los judíos con los israelíes, cuando más bien sería correcto empatarlos con los israelitas. Hoy día hay muchísimos judíos que no son israelíes y varios israelíes que no son judíos. El caso es que el opresor de Palestina es el Estado israelí, no el israelita (ese no existe como tal, aunque Israel sí sea un Estado judío. Complicado, ¿no?).

--Ahora que todo mundo habla de Brasil, que los ojos se posarán sobre el Mundial 2014, que Lula es héroe mundial y todo eso, es bastante común decir que “los cariocas están en todo”. Si así fuera, diríamos que el éxito reciente de Brasil es resultado de la benevolencia del Cristo de Corcovado. Nel pastel. Los brasileños son eso, brasileños; los cariocas también son brasileños, pero sólo de Río de Janeiro. No es de a gratis que se habla de la rivalidad entre paolistas y cariocas (Sao Paolo vs. Río).

--Aquí admito que siempre peco por comodidad (que no por ignorancia). ¿Quién chingados habla de neerlandeses, sobre todo en español? Nadie, lo sé. Pero técnicamente es el término correcto si nos referimos a los de la naranja mecánica. Holanda es sólo una de las provincias del Reino de los Países Bajos (Nederland) y los holandeses viven en Ámsterdam y ya. Está feo decir “los neerlandeses hablan neerlandés”, pero es correcto.

--Yo creía que aquí les iba a mostrar un error común, pero me doy cuenta con humildad que viví equivocado: siempre pensé que los hindúes eran exclusivamente los practicantes del hinduismo y que los indios eran todos los habitantes de la India (sin importar su religión). Pues resulta que el término hindú es válido tanto para referirse a la gente que vive en la India como los que practican tal religión. Eso no le quita validez al término Indio, al menos en español. Pero bueno, yo vivía en el error.

--El último que se me ocurre es evidente. Árabe no es igual a musulmán ni viceversa. Creo que está de más profundizar al respecto.


El segundo punto del que me interesa hablarles, y que espero sea un poquitín más interesante, remite a una sensación que ha crecido en mi desde que estudio "asuntos del mundo". No importa qué lea, no importa acerca de qué país o región lea, siempre, SIEMPRE, resulta ser que cualquier pedazo de tierra, cualquier esquina de la Patagonia es "un lugar geográficamente estratégico". Resulta que Alaska, Somaliland, Kamchacta y Borneo son lugares estratégicos. Siempre que fulano país se mete en los intereses de zutano, decimos que es porque zutano es geográficamente estratégico. Cada que hay una guerra, una batalla o lo que sea, lo importante es saber cuáles son los lugares estratégicos.


Pero, ¿estratégicos en qué sentido? Lo cierto es que definirlo es complicado. Por un lado, lo estratégico es aquello que se entiende como vital, importante definitorio. "Ghana tiene recursos estratégicos para la industria Nigeriana". Digamos que lo estratégico, en un caso así, es relativo y cambia de país en país, de percepción en percepción. De lo estratégico, sin embargo, lo más común es escuchar que algún terruño es geográficamente estratégico. En principio, se trata de regiones y territorios que sean importantes para vigilar a otra región, para patrullar ciertos mares, para despleguar cierto poderío con facilidad. En la práctica, sin embargo, cualquier península, cualquier escollo en altamar, cualquier coluna suficientemente eleveada y cualquier región por la que pase un gasoducto, un cable de luz o una carretera de tierra es "geográficamente estratégica".

Les pongo ejemplos. En los últimos 10 años, la cobertura mediática de TODOS los conflictos que han ocurrido en el mundo hace énfasis en el caracter estratégico de cada lugar. Afganistán, estratégico por la encrucijada entre Asia Central, el Sur de Asia y el Medio Oriente; Tajikistán y Kirguistán, cruciales y estratégicos por que por ahí llegan los víveres de la OTAN para los combatientes en Afganistán; Irak, estratégico por ser la vieja Mesopotamia (y por el petróleo, claro).

Seguimos. Republica Democrática del Congo, estratégica por ser central, por los Grandes Lagos del Este y por sus más de diez fronteras; Sudán, estratégico por el Nilo y por el Mar Rojo; Somalia, estratégica por el Mar Rojo; Georgia, en particular Ossetia, estratégicas por ser la apertura al Cáucaso; todos los países árabes de las revueltas, estratégicos porque tienen petróleo, por estar cerca de Europa...


El caso es que por donde sea que lo miren verán que cada país del que se habla en los medios resulta ser geográficamente estratégico en algún punto. Es un lugar muy común, creo, porque le da un halo de importancia. Intentar descubrir los elementos que hacen únicos a ese país nos lleva a pensar que es estratégico, por la razón que sea. Lo cierto, considero, es que estamos también bastante acostumbrados a pensar la estrategia en términos de lo militar, de lo alogístico y del despliegue de poder. En todo caso, lo pensamos también en función de la producción de ciertas materias primas o cosas en el país fulano. Pero todo eso es una banalidad demasiado relativa, porque al final todo acaba siendo estratégico. Y sí, en lo más profundo de lo subjetivo, cualquier colina, bahía, archipiélago o qué sé yo será estratégico para los fines de la población local.


Así que hay que descontextualizarlo de esa posición localista. Lo realmente estratégico a nivel mundial es aquello que puede cambiar radicalmente los equilibrios de poder. Sí, Cuba en 1962 podía ser estratégica porque ahí podía haber estado jugándose el desenlace nuclear, tan temido durante la Guerra Fría. Pero eso no significa Kosovo lo sea, o que la guerra en Georgia en 2008 haya respondido estrictamente a cálculos de caracter estratégico y no a simples caprichos político militares. Es decir, si fulano lugar realmente es estratégico para garantizar mi seguridad, entonces lo tomo, me lo apropio o lo destruyo. Pero no mando a mis periodistas a decirle al mundo que Kazajastán es estratégico porque sus dos millones de kilómetros cuadrados de pastizales son la encrucijada Euroasiática. También bájenle.