domingo, 15 de noviembre de 2009

¿Cómo sacar tres millones de personas a las calles?

La pregunta me atormenta desde que empezó el relajo SMEico en nuestro país aquel fatídico sábado que, por decreto, el Presidente decidió cerrar la Compañía de Luz y Fuerza del Centro - y de paso desintegrar, si posible, a su sindicato tan sui generis.

Mi punto de referencia es Francia (qué raro). Hace unos meses los franceses coordinaron una megamarcha nacional en contra de los efectos de la crisis y las erradas decisiones de su gobierno (que por cierto tiene ciertas similitudes con el nuestro: ambos presidentes son unos enanos - casados con mujeres que les doblan la estatura-, son hiperactivos y babosos y tienen la enorme ventaja de ver fragmentada a sus respectivas oposiciones de izquierda). Se trató, en fin, de un conjunto de manifestaciones que llevaron a las calles a más de tres millones de individuos en casi todas las ciudades más grandes del país (tan sólo en París marcharon más de un millón de trabajadores, estudiantes y profesionistas).
¿Cómo logran los franceses, tan orgullosos, egoístas y egocéntricos organizar manifestaciones de tales dimensiones cuando son incapaces - o no quieren- de saludar a sus propios vecinos?

Tendré que precisar, antes que nada, que los franceses tampoco son viles palomas blancas: sus grupos de extrema derecha, racistas y violentos, son cada vez más fuertes; un gran sector de la población gala se ha negado rotundamente siquiera a considerar la entrada de Turquía a la UE. Pero cuando de tomar las calles se trata, pocos pueblos son tan exitosos como los franceses (S. Tarrow diría que lo tienen casi en la sangre y que desde pequeños aprenden a formar barricadas... 1789, 1830, 1848, 1870... la lista sigue).

Honestamente, me parece triste y patético que en México no seamos capaces de hacer algo parecido. El punto más álgido de las movilizaciones ciudadanas, el fraude de 2006, no logró sacar a más de un millón de personas a la calle y difícilmente tuvo efecto más allá de la Ciudad de México. Hoy día todos dicen que el descontento social es evidente, que las movilizaciones sociales no tardarán en tomar las calles (y quizá los edificios públicos), que la gente no aguanta más y que los actos de protesta e incluso violencia no harán más que multiplicarle en los próximos meses.

¿Sí?

No creo. Lo más difícil, sin duda, es creer que todo eso es posible cuando como sociedad somos incapaces de organizar protestas coherentes, articuladas, multitudinarias y nacionales. Cada que hay una marcha en el DF (porque generalmente las marchas son en el DF), siempre hay una muy buena parte de la población que las desaprueba: ya sean centristas o derechistas que se niegan a criticar las acciones del gobierno, como en el caso del SME o del fraude, o bien la izquierda crítica de las "fresamarchas" con valet parking a las que asisten los clasemedieros altos y los ricos para quejarse por la violencia. So, primera conclusión, como sociedad con intereses mínimamente similares valemos madre.

Luego está la apatía generalizada. En cualquier marcha uno se encuentra una buena proporción de paleros y acarreados que no necesariamente marchan por convicción. Otros tantos pueden ser grillos improductivos y "neopunks" de la Facultad de Ciencias Políticas que a todo llaman "fascista represor". Las grandes manifestaciones no reúnen a mucha gente: no más de 450 mil en la primera del SME y no más de 200 mil en la de la semana pasada. Esto muestra la incapacidad de algunos sectores en protesta por convencer al resto de la población de que se unan a sus manifestaciones.

Otro punto es que las movilizaciones pocas veces tienen visión nacional del asunto. Para empezar, siguiendo con el ejemplo del SME, este problema sólo afecta a los chilangos y aledaños. Un sindicato corrupto y difícil de defender como el electricista no tiene mayor eco en el interior de la República y mucho menos adeptos interesados en llevar la lucha a sus tierras. Esto se debe a que la "lucha del SME" se concentra básicamente en pedir una restitución de sus propios derechos (y hasta privilegios) y difícilmente denotan interés alguno por extender sus demandas hasta abarcar muchos otros descontentos sociales que sin duda pululan en nuestro país.

En Francia marcharon más de tres millones en cada rincón porque, evidentemente, la crisis económica resultó ser lo bastante generalizada como para molestar a gente en todos lados. En México prácticamente ningún movimiento de este tipo tiene repercusión fuera del centro. El mayor problema, me parece, es la incapacidad que tenemos para hacer de nuestras luchas elementos integradores, heterogéneos y nacionalmente válidos. Al ser incapaces de convocar a huelgas nacionales y paros generalizados, nuestros sindicatos y organismos sociales o cívicos están destinados a convocar tan sólo un puñado de gente y ganarse la enemistad de muchos individuos más que no llegaron a trabajar, no pudieron comprar no sé qué cosa, perdieron la ambulancia (y la vida)... qué sé yo.
En cambio, organizar paros nacionales permitiría que en todo el país la gente saliera a las calles (o se quede en casa rascándose los gumaros, como prefiera) y nadie se frustraría en el tráfico o en el metro porque perdió la chamba, no llegó a su junta o sufrió un paro y no había ambulancias. Pero además de las ventajas prácticas de un paro nacional, su significado es mucho más profundo: implicaría que realmente existe un descontento general respecto a las muchas facetas del gobierno y del sistema político; implicaría desconfianza en las instituciones (voto incluido) y sugeriría que hay quienes, en todos lados, piensan que las cosas pueden y deben arreglarse de otro modo.

La falta de unidad social no es en sí mala (si no no habría democracia). Pero sí es terrible que no haya puntos de consenso, que haya sectores muy desiguales y polarizados en todos los sentidos y que no tengamos una idea, por mínima que sea, de la solidaridad colectiva. Eso demuestra, una vez más, que no hay un proyecto de nación entre las élites actuales y que toda iniciativa resulta errada porque no goza del consenso nacional.

Así que, si realmente detestan las manifestaciones en Reforma, espero que vean con buenos ojos aquéllas que tengan alcances nacionales mucho más arraigados y que movilicen a pocos millones de individuos por una razón más o menos común, por endeble que ésta sea.

No hay comentarios: