Leía yo en la revista semanal The Economist un artículo sobre los Estados Fallidos. No es, en lo absoluto, nada del otro mundo; durante siglos han existido Estados con mayores capacidades políticas, económicas y militares que otros. Los Estados que carecen de recursos económicos suficientes o de una buena administración interior han sufrido una precaria existencia, pero difícilmente han desaparecido. Algunos Estados, faltos de poder interno o indispuestos a un enfrentamiento oneroso, han debido ceder independencia a porciones de su territorio (pensemos en cómo Eritrea ganó su independencia de Etiopía, o de Timor Oriental con respecto a Indonesia). Otros, con grados muy medianos (e incluso bajos) de poder y prácticamente fantasmagóricos en el plano mundial, se aferran a pequeñas porciones de tierra cuyas poblaciones reclaman autonomía (el caso de Georgia que se niega a ceder nada a Osetia o a Abhazia; o de Sri Lanka, cuyo gobierno ha lanzado una ofensiva mortal contra una guerrilla no menos mortal -de el pueblo Tamil- desde hace más de 25 años).
Pero, curiosamente, los parámetros que se toman en cuenta para calcular qué tan fallido es un Estado tienen poco que ver con su fuerza internacional (la URSS, enorme potencia mundial, colapsó -aunque las razones sigan siendo oscuras- y dudo, realmente, que podamos pensar que se trataba de un Estado fallido). El reporte que presenta la revista Foreign Policy toma en cuenta una decena de elementos que, pienso, deben ser analizados con sumo cuidado.
Algunos de los once indicadores son de carácter social. De entre ellos, los hay convincentes: por ejemplo, un Estado cuya población padece de forma constante migraciones forzadas por violencia u otras causas ajenas a su voluntad (desplazados y refugiados) gana puntos en la escala de debilidad y falla (ganar puntos, en este juego macabro, es muy malo). Sin embargo, hay otros que tienen que ver con la represión interna y la exclusión política institucionalizada. ¿No es el control político de la sociedad, bajo reglas que pueden ser excluyentes y violentas, un símbolo de la fortaleza del Estado? México, en el apogeo de su autoritarismo priísta (y pienso en Díaz Ordáz y en Ruiz Cortines) controló violentamente a la oposición política y estuvo muy lejos de verse debilitado como estado a causa de ello.
Otros datos son bastante ingeniosos, pero quizá de difícil cómputo y, por lo tanto, difícil saber en qué medida influyen realmente en la debilidad de un Estado. Uno de ellos es, por ejemplo, la fuga de cerebros. En la medida en que un Estado pierde su potencial científico y educativo, pierde fortaleza interna. (Yo no habría pensado en ello, es un buen argumento). Y claro, están los parámetros básicos: crisis económica crónica, violación a los derechos humanos, incapacidad del Estado para proveer de servicios elementales a la población (seguridad, vivienda).
Incluyo la lista para que vean, como es de esperarse, que los Estados más firmes son los escandinavos y otros Europeos.
En alguna ocasión futura invitaré a reflexionar sobre la situación mexicana. No es un Estado mal posicionado (o no demasiado mal), pero últimamente se ha especulado en torno a la idea de la inestabilidad política que produce el conflicto con el narcotráfico y los efectos que ésta pueda tener en la estructrua misma del Estado. ¿Seríamos, entonces, una amenaza para EU (por cuestiones de seguridad)? Hasta la próxima entrada.
Pero, curiosamente, los parámetros que se toman en cuenta para calcular qué tan fallido es un Estado tienen poco que ver con su fuerza internacional (la URSS, enorme potencia mundial, colapsó -aunque las razones sigan siendo oscuras- y dudo, realmente, que podamos pensar que se trataba de un Estado fallido). El reporte que presenta la revista Foreign Policy toma en cuenta una decena de elementos que, pienso, deben ser analizados con sumo cuidado.
Algunos de los once indicadores son de carácter social. De entre ellos, los hay convincentes: por ejemplo, un Estado cuya población padece de forma constante migraciones forzadas por violencia u otras causas ajenas a su voluntad (desplazados y refugiados) gana puntos en la escala de debilidad y falla (ganar puntos, en este juego macabro, es muy malo). Sin embargo, hay otros que tienen que ver con la represión interna y la exclusión política institucionalizada. ¿No es el control político de la sociedad, bajo reglas que pueden ser excluyentes y violentas, un símbolo de la fortaleza del Estado? México, en el apogeo de su autoritarismo priísta (y pienso en Díaz Ordáz y en Ruiz Cortines) controló violentamente a la oposición política y estuvo muy lejos de verse debilitado como estado a causa de ello.
Otros datos son bastante ingeniosos, pero quizá de difícil cómputo y, por lo tanto, difícil saber en qué medida influyen realmente en la debilidad de un Estado. Uno de ellos es, por ejemplo, la fuga de cerebros. En la medida en que un Estado pierde su potencial científico y educativo, pierde fortaleza interna. (Yo no habría pensado en ello, es un buen argumento). Y claro, están los parámetros básicos: crisis económica crónica, violación a los derechos humanos, incapacidad del Estado para proveer de servicios elementales a la población (seguridad, vivienda).
Incluyo la lista para que vean, como es de esperarse, que los Estados más firmes son los escandinavos y otros Europeos.
En alguna ocasión futura invitaré a reflexionar sobre la situación mexicana. No es un Estado mal posicionado (o no demasiado mal), pero últimamente se ha especulado en torno a la idea de la inestabilidad política que produce el conflicto con el narcotráfico y los efectos que ésta pueda tener en la estructrua misma del Estado. ¿Seríamos, entonces, una amenaza para EU (por cuestiones de seguridad)? Hasta la próxima entrada.
1 comentario:
Excelente entrada Diego. Bien redactada y mejor explicada. Si bien es cierto que México está pasando por momentos verdaderamente difíciles, tanto en materia de seguridad como en cuestiones económicas y sociales, siento que es una exageración -y algo peligroso- que algunos políticos y/o intelectuales (L. Meyer entre ellos)cataloguen a México como un Estado fallido. El concepto está socializándose entre la población, pero no se les explica con detenimiento cuáles son los indicadores para decir qué estado es más o menos "fallido" o en dónde está situado México respecto a otros países del mundo. Me causa cierta molestia pensar que todo el debate sobre los estados fallidos en México pueda generar una bola de nieve o una "profecía autocumplida". Se necesita más análisis sobre lo que implica este concepto. Por eso mismo, bien por textos como los tuyos. Sería un buen tema para la revista. ¿No lo crees? ¡Saludos!
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