domingo, 27 de septiembre de 2009

Ungläubige Scheiße!



No fue la Unión Cristiano demócrata sino Angela Merkel quien ganó las elecciones federales de este domingo en la populosa Alemania. Una mujer a quien hasta hace algunos meses se le reprochaba no erguirse como figura importante, visible, determinada y consecuente en el panorama internacional; una mujer que, al interior de su país, cosechó aprobaciones, aplausos y beneplácitos asociándose con el otro Volkspartei, el Social demócrata, e impulsando una política económica centrista (a diferencia de lo que uno podría esperar por su bagaje conservador) que mantuvo a raya los efectos más perniciosos de la crisis financiera del año pasado. Pues bien, Angela Merkel será canciller de la República Alemana por un periodo más.

El CDU (los cristiano demócratas) perdió apenas 1.4% del voto en comparación a las elecciones de 2005, pero su histórico rival –aunque aliado en coalición durante el periodo anterior –perdió 11%, logrando a penas un mísero 23 % del voto nacional (a comparación de 34% conservador). Los Socialdemócratas han sufrido la peor derrota de la historia de la posguerra alemana y ello se debe a un liderazgo fragmentado, cierto fracaso para posicionarse como los verdaderos representantes de las alternativas estatistas del capitalismo y al disgusto que han generado entre la población por su rol de oscuro segundón en la colación pasada.


Púchenle doble para agrandar.


Por su parte, y al igual que como sucedió hace recién algunos meses en las elecciones europeas, los tres partidos minoritarios, cuyo arduo trabajo ha modificado el espectro electoral alemán haciéndolo pasar de un viejo y estable bipartidismo a un pentapartidismo competitivo, fueron los ganadores relativos de la justa.

Empecemos por el quinto partido. Los ecologistas Die Grüne alcanzaron un 10.5% que supera en buena medida el resultado anterior (8%), pero que no alcanza sus expectativas más optimistas. Su campaña, silenciosa y poco carismática, consolidó los avances de los últimos años: se trata, por ejemplo, del primer partido en integrar a sus cuerpos superiores un turcoalemán. Son, además, paladines europeos del crecimiento sustentable y el ecologismo colectivo, además de ser una de las voces más importantes que corrió al partido verde mexicano de la “internacional ambientalista” por sus posiciones neofascistas. Su mejor esperanza era formar una coalición con el SPD y la izquierda, pero, como veremos más adelante, esos partidos no se entienden muy bien que digamos. Colaborar con el CDU no es una posibilidad ajena (tal cosa sucede en Hamburgo), pero las prioridades de los conservadores resultaron ser muy distintas.

La izquierda no radical, Die Linke, saltó de 8.5 a 12% en cuatro años. Se trata del partido heredero de las estructuras socialistas de la antigua RDA, lo que explica que sus bastiones electorales se encuentren principalmente en el Este (sobre todo la ciudad de Berlín y el estado de Brandemburgo, en donde son una muy respetable segunda fuerza política). Sin embargo, Die Linke ha logrado importantes avances en regiones del centro e incluso del Oeste del país, lo que le posiciona, en ocasiones, como posible partido de coalición (como en Saarland), pero que en general es excluido por los dos grandes partidos, ansiosos de mantener su concubinato liberal. El actual líder del partido es un ex SPD que giró a la izquierda cuando éste lo hizo a la derecha, a finales de la década pasada, pensando en que la alianza entre los dos grandes era importante.

La tercera fuerza política hoy día es el FDP (liberales demócratas), un partido neoliberal de derecha “vibrante y moderna”. Sus posicionados económicos son terriblemente peligrosos, pues proponen adelgazar al Estado para devolver al mercado su dinamismo (cosa que en Alemania nunca ha sido necesaria). Sus oratorias sociales huelen, a veces, a cierta intolerancia a la inmigración, a las grandes asociaciones sindicales y a todo lo que no esté necesariamente a la derecha del centro. La plataforma económica, sin embargo, fue muy exitosa entre el electorado pues insisten en que disminuirán los impuestos y aumentará el empleo (veremos de qué calidad). Sus 14.5 puntos porcentuales contrastan con el magro 10% que habían obtenido en 2005 y los convierte en el socio mayoritario del CDU para formar la próxima coalición (la suma dará algo así como 48.5%, por lo que agregar a los verdes quizá sea posible). Guido Westerwelle, liberalísimo y crítico del keynesianismo bienestarista, es el carismático líder del partido que ocupará el ministerio de Relaciones Exteriores, quizá para promover una visión competitiva y destructiva de la economía de mercado en el resto de Europa y del Mundo.

Vean la peligrosa cara de Westerwelle. Parece regocijarse de que muy posiblemente aumenten las desigualdades en su país.



Ahora, quizá haya un punto positivo de este terrible resultado electoral. Una coalición CDU-FDP implicará, sobre todo, que la imagen e influencia de Merkel permanecerá intachable y casi incuestionable. Su carácter moderado (en relación a sus correligionarios conservadores o liberales) quizá le permite contener los embistes económicos del FDP (finalmente, fue el gobierno que ella encabezó quien promovió medidas anticíclicas para hacer frente a la crisis). A final de cuentas, Merkel es completamente lo opuesto al populismo de derecha de Sarkozy o Berlusconi.

Por otro lado, darle al FDP la cartera exterior implicará una retórica diplomática muy sesgada, sí, pero no necesariamente una reforma económica que rebase por la derecha a todo mundo. La última ventaja, para coincidir con los teóricos de la democracia al estilo occidental, es que el SPD y Die Linke tendrán la oportunidad de consolidar su trabajo desde la oposición y quizá algún día el orgulloso SPD decline su equivocada afirmación de que “nunca configuraría una alianza con la izquierda”. Finalmente, entre ambos suman ya el 35% del Bundestag, y si los verdes llegaran a cooperar con ellos, llegarían a 45%. Una oposición de ese calibre seguro podrá enmendar sus errores y conseguir una victoria en los próximos lustros.

Por lo pronto no queda más que lamentarse por el nefasto resultado de este domingo. Si Europa entera está girando a la derecha, en un momento en el que justo lo que el Mundo necesita es una revaloración de las doctrinas liberales que han malgastado su economía, el panorama futuro promete ser muy poco alentador. La Unión Europea estancará su proceso de integración regional con argumentos conservadores, sobre todo en contra de Turquía. El Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Polonia y Ucrania, seis de los ocho países y economías más grandes de Europa sin contar a Rusia, siguen, por el momento, una vía conservadora muy cuestionable e incierta. Queda por verse si países como España, Portugal, Noruega o Grecia podrán jugar de balance a tal catástrofe, pero es altamente improbable.


Terminaré con un breve apunte sobre las elecciones en Portugal. José Sócrates, el actual primer ministro, conserva su liderazgo en el gobierno portugués con un 36% del voto. Su partido socialista, que es más bien socialdemócrata (y no debe confundirse con el partido socialdemócrata portugués, que más bien es de centroderecha), ha sufrido algunas derrotas, pero podrá quizá organizarse con dos grupos políticos no tan débiles: la izquierda marxista (9%) y la coalición de ecologistas y comunistas (7.5%) con la finalidad de mantener en el banquillo a los derechistas, tanto los conservadores como los liberales. ¡En horabuena Lisboa!

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