sábado, 28 de marzo de 2009

Podía sentir su respiración agitada mientras se acercaba a mi cara para susurrar algunas palabras entrecortadas, difusas entre el jadeo de su boca y el resoplido de sus narinas. Mi responsabilidad era mantenerme -o al menos mostrarme- sereno, ecuánime y paciente. Dudo que ella lo hubiese percibido así; al contrario, estoy convencido de que adivinó desde el principio la incertidumbre en mis ojos y el casi imperceptible temblor de mis pulgares.
Habló con rapidez y nerviosismo de lo imposible que sería encontrar a sus hermanos y compañeros, todos ellos escondidos en alguna ranchería montañosa. Su breve sonrisa delataba su confianza en sí misma: no conseguiría hacerla hablar, y el fugaz resplandor de la luz tenue del cuarto en sus blancos y preciosos dientes me hizo caer en la cuenta. Le pregunté, cauteloso, si estaba dispuesta a cooperar; le garantizaría una salida inmediata del lugar. Incluso caí en el absurdo de preguntarle si estaba dispuesta a convertirse en informante nuestra. Le pagaría, yo mismo, una pensión considerable y la protegería de la suspicacia de sus camaradas...
Dije la palabra -esa palabra- sin pensarlo. ¡Mierda!, pensé. Descubrí mi temor, mi profundo horror a lo que estaba haciendo. La palabra (no la diré de nuevo) significaba todo lo que nosotros no podíamos demostrar: no sólo se trataba de un vocablo amistoso aunque severo; disciplinante pero solidario. Era la evocación misma a la unidad, el difuminado de los sentimientos más profundos de la individualidad y su forja con los grandes mitos (por que para mí eso son) de la colectividad. Temía (y ahora aborrezco) la palabra porque demostraba la indestructibilidad de quien estuviera frente a mí, de quien la pronunciara con firmeza, o de quien la escuchara sin inmutarse, sin mostrar asombro alguno, pero iluminando sus ojos con esa malicia de quienes están siempre alertas.
El silencio fue largo y profundo. No dijo nada. Se volvió sobre sí misma y me dio la espalda. Se acuclilló en la esquina del cuarto, mordisqueó el pan de centeno que le había ofrecido en la mañana y bebió el tarro de hidromel. Sabía que me había derrotado. Pensé en salir del cuarto, dejarla ahí, sola, por días. Olvidarme de ella, de sus compañeros, de su estúpida exigencia de un cambio radical sin usar la violencia. ¡Carajo! Yo acompañé al Presidente en su larga lucha por derrocar a los militares. ¡Claro que usamos armas! Disparamos, matamos, torturamos. Conseguimos el cambio radical que esperábamos; tumbamos a los tercos e incapaces militares y trajimos el orden al país. Sería mucho más fácil que su maldito movimiento solidarista usara las armas. Así podríamos aplastarlos a la luz del día, en las calles, ante sus propias madres.
Y sin embargo persisten en su maldito pacifismo, en su mordaz y constante crítica en las plazas, en sus panfletos, en las escuelas y en las universidades. Hablan, hablan... parlotean más que la oposición, oposición que nos favorece en verdad. Dicen que no hacen política, que no compiten contra nosotros. Hablan de consciencia, de solidaridad, de derechos y obligaciones. Hablan del maldito Walesa y de Gandhi. ¿Dónde están los ídolos irracionales de los rojos de antes? ¿Dónde están Mao y Stalin?
Mi confusión me obligó a quedarme. Dejé la puerta abierta al salir sin antes dirigirle una mirada o una palabra. Estaba furioso y me sentía humillado. Salí del negro pasillo flanqueado por celdas y le dije al guardia en turno que la dejara salir, que no me importaba, que me haría responsable, pero que ¡YA!, que se apurara, fuera por ella y la hiciera pasar por la puerta de atrás, esa que daba a la concurrida calle de angosturas inigualables. Corrí a encerrarme a mi oficina del piso superior, me tumbé sobre la silla y me arranqué la corbata. Observé fijamente la ventana por la que entraba una corriente cálida de aire veraniego. Escuché las cadenas de la puerta gris, pesada y rechinante. Estaba dos pisos debajo mío. Abrí estrepitosamente la gaveta de mi izquierda, saqué la Colt. Sin dudarlo, pero sin reflexionarlo de verdad, me acerqué a la ventana y disparé tres veces. La vi caer sobre sus rodillas y luego desplomarse sobre su costado izquierdo. Pero me veía. Había adivinado mis impulsivos pensamientos. Después de salir y en vez de caminar hacia la avenida, se volteó, miró hacia mi ventana y levantó la cabeza justo en el momento en el que apreté el gatillo. Otra vez sonrió fugazmente.

lunes, 23 de marzo de 2009

¿Quihuvas?

Por el siguiente texto pido disculpas. Resulta que un día (hoy), más o menos entusiasmado (más menos que más), pensé que tendría material para escribir un texto con muchas palabras de uso exclusivo mexicano. Quizá sí tenga material, pero queda claro que no tengo nada de creatividad ni imaginación. Les dejo de tarea, si quieren, completar algunas frases con muchas palabras más de las nuestras. Intenté no copiar "chilanga banda", pero habría sido mejor idea porque esto quedó bastante precario... en fin (este es el momento en el que aprieto "publicar entrada" en vez de "cancelar")


Pura lengua, puritita mexicana. Hartas palabras chulas y chidas, ocupadas acá en mi tierra.

El carnal que rolaba por mi chan chambeaba con mi jefe en talachas varias. Sacaba una feria para su cholita, que estaba en friega con los mocosos de arriba pabajo. D’ellos, el morrito era bien abusado pa las friegas y, aunque se lo apañaban en la escuela, aprendió luego luego a no rajarse, aunque estuvieran bien chonchos. La morrita la armaba rebien pa’l fucho y se escabechaba a todos en las retas.

El compa, sin embargo, andaba frito luego de unas tachas. La tira estaba sobres y él no estuvo trucha; lo machucaron y, sin más, se lo treparon. La julia lo metió al bote y le sembró unos gallos, así que el numerito le salió cariñoso. Nunca la chota quiso morder y el compa no tuvo diotra más que quedarse ahí. Estaba tras las rejas, en un lugar bien chafa. Había otro chango ahí, bien tronado. No se animó a echarse un coyotito por miedo a que el otro se lo ensartara. Los judas, bien transas, le armaron un chanchuyo: -ya estufas, mano –le decían –le puedes caer, pero al tiro si te pescamos de nuez. –Ya van, pues. ‘inches ojetes-.

martes, 17 de marzo de 2009

France à la C(h)arte (de l'OTAN)

"...se acabó la guerra fría; se suicidó la ideología..." Eso canta Sabina en alguna de su disco Mentiras Piadosas. Aunque no estoy a favor de la segunda parte, queda claro que la primera es innegable: Ya no hay dos superpotencias opuestas; ya no hay guerra fría; ya no hay (excesiva) propaganda ni (demasiado) control de regiones estratégicas como resultado del conflicto soviético-estadounidense.
Y si ya no hay guerra fría ya no hay Pacto de Varsovia... ajá... muy lógico. Pero, ¿porqué, entonces, persiste la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN-NATO)? Y no sólo persiste, se fortalece. En este breve texto haré mención de la nueva política exterior francesa que tiene entre sus prioridades la reintegración a la OTAN.

Resulta que como toda alianza estratégica militar, la OTAN tenía su razón de ser durante la guerra fría (aunque no por eso deberíamos justificar su existencia: toda alianza de corte específicamente militar es una amenaza constante a la paz, aún -o sobre todo- si la controlan las potencias occidentales). Creada en 1949, la OTAN tenía su cede original en París (y no en Bruselas, como ahora). Sus objetivos generales eran mantener una alianza político-militar en contra del bloque socialista. Era una alianza occidental y del mundo industralizado. A los estadounidenses les venía muy bien como organismo multilateral que pudiese dar luz verde a las batallas que se emprendían en el nombre de la democracia y la libertad en contra del comunismo. A Europa Occidental le caía de perlas porque le garantizaba la seguridad del paraguas nuclear estadounidense. En 1956 Moscú emprende la dirección del Pacto de Varsovia, organización del mundo socialista que se opondría a la OTAN, aunque nunca logró sus mismos niveles de poder militar.
En 1989-91, con la desaparición del comunismo (así le llamaban ellos aunque sabemos todos que no lo era) de Europa, el Pacto de Varsovia se desmanteló. Parece muy obvio y trivial, pero no lo es: La OTAN se justificó durante décadas asumiendo el rol de defensor de Occidente frente a las amenazas del Pacto de Varsovia. Sin éste, ¿qué argumento podía esgrimir la OTAN? su desmantelamiento era imperativo, pues, para garantizar la paz en Europa. Y sin embargo nunca desapareció. Al contrario, con la propaganda hecha en su favor, muy pronto las ex repúblicas soviéticas del Báltico y otras de Europa Central y de los Balcanes se adhirieron (o iniciaron sus procesos de adhesión). La OTAN, desde entonces, ha encontrado otros conflictos para justificar su existencia y su fortalecimiento: Bosnia, Yugoslavia, Kosovo, Congo y Ruanda (aunque no hicieron un carajo) y más recientemente, el terrorismo (con la ambiguedad que implica enfrentarse a tal cosa).
Pero me saltaba yo el punto del texto. Francia.
Resulta que en 1966 y bajo la dirección del atinado Charles de Gaulle, Francia se retiró de la OTAN para no verse sometida a la autoridad militar y política de Washington (el paraguas nuclear seguiría protegiéndola, no había modo de evitarlo). La decisión fue aplaudida por los círculos socialistas y nacionalistas franceses, pero también por un gran sector de la población de carácter centrista e incluso conservador, convencido de que Francia no necesitaba de parafernalias militares extranjeras para su defensa.
Sin embargo, Monsieur Sarkozy, en su hiperactividad característica y su acercamiento indiscriminado a Estados Unidos, ha renegociado con las fuerzas políticas de su país la re adhesión a la OTAN. Hoy lo logró. Con una mayoría significativa en el equivalente francés del congreso, el plan de Sarkozy de reintegrarse a tal organización venció a la oposición, que teme, con justa razón, un retroceso en la idependencia relativa que Francia gozaba en su política exterior. (Sarkozy debatiendo sobre el reingreso a la OTAN. El irreverente aparece delante de un retrato de Charles de Gaulle)

Es cierto que no es cosa nueva: Francia participa, desde 2001, en la misión conjunta de Afganistán. Hoy, 3,000 soldados franceses están allá. Además, en el total de operaciones de la NATO, Francia es de los cinco países que más participa, pese a hacerlo como externo y no como miembro oficial. La oposición está preocupada: "¿Habría sido la posición francesa frente a la invasión a Irak de 2003 la misma de haber formado parte de la OTAN?" la pregunta es buena: ¿qué límites y restricciones impone la OTAN a la política exterior de sus miembros y a qué la obliga? No es necesario el alineamiento incondicional con Estados Unidos (Holanda, Alemania, Bélgica y muchos otros tampoco apoyaron la invasión a Irak y están en OTAN). Pero Francia es un país grande y su apoyo será muy importante para EU.
El caso es, pues, que Sarkozy ha logrado su cometido. Francia, muy posiblemente, se reintegrará a la NATO y participará activamente en ella. A mí me molesta de sobre manera: Francia es un país traicionero, cierto, pero con una sociedad firme. Hoy día, y sin ser consultada, se ve como participante de una organización que no tiene razón de ser y que nunca ha tenido justificación alguna. ¿Cómo creer que una organización militar puede garantizar la paz en este Mundo? Al parecer, nos empeñamos en no aprender la vieja lección: violencia llama a violencia; ejércitos llamarán a otros. Si la OTAN persiste como organismo militar, podemos estar seguros de estar muy lejos de la resolución de los conflictos más graves que hoy día preocupan al Mundo.

sábado, 14 de marzo de 2009

insignificante sujeto frente a las elecciones

Todos ustedes saben que mi exagerada juventud me impidió votar en las elecciones federales de 2006. También saben (o deberían saber) que me interesa (y me importa) mucho lo que sucede en la política mexicana (aunque no lo demuestre seguido en este blog, ya que prefiero hablar de trivialidades internacionales). Lo que quizá no saben es que como primerizo en el asunto eso de palomear boletas estoy bastante confundido (no angustiado, tampoco es para tanto) acerca de qué haré el fatídico 5 de julio que viene.
Básicamente, tengo, al igual que todos ustedes, tres opciones generales. No votar; votar anulando; votar por un partido/candidato.
1) No votar. Creo que es bastante claro: uno no se presenta a las urnas. Las implicaciones son importantes en la medida en que nuestro sistema electoral se preocupa (pero no hace nada) por los niveles -crecientes- de abstencionismo. Por otro lado, ese mismo sistema electoral no ha sido modificado de tal suerte que una elección poco concurrida sea, en efecto, anulada. Esto es: si el abstencionismo rebasa 50% (por decir algo), entonces las elecciones deberían ser anuladas. Eso no pasará nunca en México (de hecho, no conozco país alguno en el que tal cosa suceda), así que la decisión de no votar sólo engrosa las estadísticas de abstencionismo, muestra que hay inconformidad con la política en general, pero no implica absolutamente nada, en términos concretos, para la madurez política de nuestras instituciones.

2) Anular el voto. Los argentinos, siempre más allá que nosotros en términos de lucha y crítica social, hablan del voto bronca. Éste consiste en anular el voto escribiendo a lo largo de toda la papeleta un panfleto, una crítica, una mentada de madre... cualquier cosa que no sea un voto y que sea un poco más razonado que un simple rayón anulador de voto. (En Argentina, cuando aquéllo de la crisis de 2001, el voto bronca "ganó" las elecciones).
El problema con anular, desde mi punto de vista, es básicamente el mismo del abstencionismo: las repercusiones de tal cosa en el sistema político son nulas. No sólo a los políticos les tiene sin cuidado que haya votos groseros, críticos y de protesta en su contra, sino que incluso una elección en la que haya un solo voto válido es legítima...esta es otra cosa que debería cambiar en el entramado legal e institucional de nuestro proceso electoral.
Así pues, la opción de anular se entiende también como una crítica directa al sistema: "ningún candidato/partido me convence, ninguno tiene propuestas claras y viables, todos tienen un sucio historial de corrupción y politiquerías poco transparentes". Pero, otra vez, la satisfacción de anular es meramente individual y no tiene efecto alguno en el desarrollo mismo de las elecciones y de los gobiernos que de ella emanen.
Existe, sin embargo, una ínfima ventaja en la anulación. Supongamos que con altos índices de votos anulados, un partido minoritario o antisistémico decida hacer de su campaña una que atraiga a este potencial electorado, o electorado inconforme. Así, la plataforma de este partido tendría que adecuarse a una propuesta radicalmente opuesta a la que ofrecen todos los demás patidos sistémicos y podría ganarse el apoyo de los que otrora han mostrado gran descontento. El riesgo, por supuesto, es el que sean partidos extremistas los que consigan este objetivo: pensemos en los Nazis en 1933.

3) Votar es, sin duda, la más difícil de todas estas opciones. Votar implica responsabilidad y compromiso, así como derecho a crítica y repudio a las autoridades (ya sea aquéllas por las que uno votó y resulta ser que no hacen bien su trabajo o aquéllas que ganaron pese al voto de uno, mayor razón para estar en desacuerdo con ellas). La dificultad radica en tomar una decisión sesuda, consensuada e informada. Esto último es difícil porque las campañas publicitarias de los Partidos Políticos no fijan jamás sus plataformas ideológicas o sus objetivos estructurales; tan sólo nos informan de campañas de gran impacto coyuntural (legalización de drogas, inseguridad, narcotráfico...). En cuanto a la decisión consensuada resulta posible pensar que es dentro del grupo social (familia, cuates, escuela) que el individuo se hace de una opinión política más o menos definida (recuerdo que en 2000 mi padre votó por Gilberto Rincón Gallardo, opción que mi madre -en ese entonces todavía extranjera, así que no votante- y yo -mocoso de 11/12 años que escuchaba a los grandes hablar de política- también prefería.)
En este 2009 yo estoy sopesando la situación según los partidos (y no según los individuos, a quienes todavía ni conozco). De tal suerte que:
1) PAN. No y nunca. Una firmeza que me acompañará hasta la tumba. No votaré por un partido liberal, más cristiano que laico, favorecido por intereses económicos capitalistas (esto no tiene por qué sonar revolucionario) como los de esos empresarios convenvencieros.
2) PRI. No y posiblemente nunca. Es un partido que le ha hecho más mal que bien al país (excepto por mi General Cárdenas, pero en ese entonces ni se llamaba así el partido). Ha conservado, en algunos ejemplos muy claros -Oaxaca, Puebla, Coahuila, Veracrúz-, los tintes más vulgares del pasado autoritario de nuestro país. No votaría por ellos al menos que me convenza el discurso de "somos los experimentados en cuestiones de estabilidad". No me convence porque no creo que el país esté al borde del colapso (o quizá lo esté, pero entonces no son los priístas quienes lo resolverán).
3) PRD. No ahora, quizá después (seguramente antes, pero el hubiera no existe). Con la rama "chucha" al frente no los considero, de momento, una organización política de izquierda con intereses decididos en los cambios radicales que el país necesita. Han llevado a su interior las cochinadas que le atribuían a otros partidos y las han superado. Han mostrado ser más vendidos y acomodados que otras fuerzas políticas. No en 2009: ya no son el partido de Cárdenas (hijo) y ni siquiera de AMLO (para que yo diga algo así, este partido ha caído bajo, muuuy bajo).
4) PVEM. No y nunca. No soporto su campaña pro-pena de muerte. No soporto su completa falta de compromiso y plataforma política. No soporto la forma en que se alían con el mejor postor. No soporto al niño verde.
5) Convergencia. Me parece que son la representación idílica del partido mediocre, minoritario y publicitario que no tiene un sólo ápice de plataforma. No.
6) Nueva Alianza. ¡¿Qué?! Hay una gran diferencia entre partidos minoritarios y partidos mediocres. Creo que ya me entendieron. No.
7) PSD. Ajá... quizá.. no lo sé... no.... aahhgg!(así han sido mis percepciones de este partido desde hace unos 3 años). ¿A qué juegan? claro que una opción socialdemócrata es necesaria para cambiar los miles de problemas de nuestro país (digo cambiar porque los cambiará por otros, no creo que los solucione todos). Sin embargo, es impresionante que se hayan erguido en partido peleonero (al interior) y silencioso (al exterior). Dicen representar causas "alternativas y sublimadas a la política tradicional" pero sus campañas son sobre la mota, las áreas verdes y que los antros no cierren a las 3. Son yuppies, niños bien que se dedican a la "izquierda" porque "está de moda". Su plataforma, dicen ellos, es a largo plazo: lo que importa es ganar votos (y conservar el registro). No en 2009 (aunque quizá sí les dé mi voto en la Asamblea Legislativa del DF, sobre todo si siguen promoviendo propuestas como la del aborto y las sociedades en convivencia).
8) PT. Vamos. Todos sabemos que no son un partido de izquierda más allá de su discurso subversivo. Son, además, una camarilla legendaria, dinosáurica que, en 1995, fue creada con el fijo propósito de quitarle votos al PRD (y se han montado, cierto, en organizaciones civiles y políticas de izquierda, algunas muy apreciables). Podrían ser una opción más o menos concreta en la medida en que rescaten un proyecto alternativo de política (y pienso en el FAP de 2006). Sin embargo, en sus espacios políticos actuales (congreso y senado) han demostrado bastante simplismo y pocas intenciones. Son mi opción de voto si decido no anular mis boletas.

Y para cerrar, algunas reflexiones sobre este sistema en general.
1) Los partidos pequeños y representativos. De los ocho que aquí tenemos, como pudieron leer, ninguno me convence y, creo, ninguno me representa como individuo politizado con expectativas, ideales y sueños más o menos definidos. Pienso, idílicamente, que la variedad de partidos NO mina una democracia sino que la fortalece. En varios países europeos hay partidos extremadamente surreales (tradición, caza y pesca en Francia: partido pirata en Suecia: partido de la mariguana en Canadá) y otros minoritarios que representan perspectivas políticas muy claras (ecologistas, comunistas, nacionalistas, euroscépticos). En México, no. Y esto puede deberse a la forma en que están hechas nuestras leyes (acá los partidos pierden el registro con enorme facilidad, así que difuminan sus propuestas para conservarlo), pero sobre todo debido a la nula madurez de nuestros partidos (negocio, plataforma individual de poder).
Yo sí votaría por un partido pequeño y centrado en su propuesta. En Francia, la Liga Comunista Revolucionaria sacó 6% en 2007. No es mucho, pero no es poco si pensamos que todo mundo ladra acerca del fin del socialismo y del comunismo. También ahí, los altermunidstas de José Bové sacaron 3 %.
2) Segunda vuelta electoral. Estos partidos pequeños sacan buenos resultados, también, por las leyes electorales. Al haber segunda vuelta, aquéllos individuos que nos sentimos identificados con programas políticos minoritarios votamos por estos partidos sin pedo alguno en la primera vuelta a sabiendas que, en la segunda aparecerán los dos candidatos más picudos, que generalmente tenderán al centro (otra vez Francia: Sarkozy en el centro-derecha -aunque a veces muy a la derecha- y S. Royal al centro-izquierda, aunque a veces muy al centro). Así, todos los partidos logran los votos de sus bases electorales. Y son estos votos los que cuentan para la representación proporcional (junto con los votos para legislativo). Ningún partido se queda totalmente fuera del juego ni se ve obligado a cambiar de tajo sus propuestas.
3) Parlamentarismo. No me voy lejos porque esto en México no pasará nunca. El punto sencillo es que el poder ejecutivo se configura también con miembros de los partidos que no ganaron el 1er lugar electoral. Esto obliga a la negociación y al trabajo en equipo (al menos que sea parlamentarimo estilo Reino Unido donde esto no aplica). Así, imagínense ustedes un gabinete calderonista con varios miembros de partidos con los cuáles el PAN, sin haber sacado 51%, habría hecho alianzas: PRI, quizá. Tons, un gabinete 40% priísta y 60% panucho.

Largo texto, lectura pesada. Gracias por aventarse el paquete y por dejar comentarios.

sábado, 7 de marzo de 2009

Visas

Hace unos días, la consultora internacional Henley & Partners publicó un estudio sobre las visas a nivel mundial. Sin entrar demasiado en detalles (porque se trata de un análisis muy simple), resulta que esta consultora hizo un listado de los ciudadanos que, según su nacionalidad, son bienvenidos en el mayor número de países sin la necesidad de obtener un visado con la embajada correspondiente.
Pues bien. Aquellos individuos que pueden viajar con las menores restricciones de visado son los que muestran un pasaporte danés: del total de países, 157 NO les solicitan una visa. Los demás países europeos (bueno, del occidente de Euoropa) así como Canadá, Australia, Japón, Surcorea, Singapur, Nueva Zelanda y Estados Unidos (el "primer Mundo", vaya) siguen de cerca esta cifra, entrando con un simple pasaporte a más de 150 países en el globo. Los mexicanos podemos entrar a 114 países sin visa (es más de la mitad, al menos), los chinos a 33 y los afganos a 22 (siendo los que más visas requieren). La lista (parcial) está aquí.

Pero, además, quiero aprovechar para comentar algo acerca de la naturaleza y la importancia misma de las Visas. En primer lugar, se trata de un formalismo que permite a un Estado X saber qué ciudadano de otro Estado está interesado en entrar a su país sin haberlo hecho nunca antes. Esto es, la visa es un mecanismo de control previo al viaje del inidividuo y su llegada al país que se ha propuesto visitar. Esto significa que uno no agarra sus maletas y su pasaporte, compra un boleto para donde sea y se sube al avión: significa que el Estado que lo recibe quiere saber, con mucha anterioridad, qué se propone este individuo en su territorio.
Sin duda, la visa es una contradicción con el modelo neoliberal que impera en el Mundo de hoy: se supone que la libre circulación no sería exclusiva de capitales, bienes y servicios, sino que incluiría a las personas... Pues no, las personas no están incluídas en esta libre circulación (al menos que uno sea danés). Y, aunque podemos pensar que la falta de requisitos de visa coincide con los niveles de paz y seguridad de un país (así, los finlandeses tan pacíficos no necesitan visas porque en el resto del Mundo sabemos que son "gente buena"), sabemos de cierto que no es, en ningún caso, un elemento recíproco que muestre amistad entre dos Estados. Con esto me refiero a la disparidad que existe (sobre todo en los países ricos) en la libertad con la que sus ciudadanos viajan y las restricciones que ellos imponen a otros ciudadanos de otros países.
El caso de la frontera mexicano-estadounidense es muy claro: uno hace la fila durante horas, muestra visa, pasaporte y tarjeta de vacunación (casi) para que le dejen entrar (y aún así es posible que le nieguen el ingreso). En cambio, cuando uno cruza la frontera en el sentido inverso, pasa como si nada, apenas enseñando el pasaporte. Eso es igual en las relaciones de muchos países pobres con otros más ricos.... excepto en los casos de reciprocidad: Por ejemplo, el Congo (RDC), país paupérrimo, pide visas a TODO MUNDO. Y no es por temor a que los chechos hagan atentados terroristas, sino porque ellos mismos no tienen permitido entrar libremente a otros países. (y esto, a los europeos, les parece escandaloso).
Entonces, ¿qué esperamos en México para pedirle visa a los estadounidenses y para negársela a nuestros "hermanos" latinoamericanos? Recuerden ese episodio en el que Fox decidió que brasileños y ecuatorianos debían mostrar su visado en México... y pues recíprocamente ellos nos pidieron visa a nosotros. Es evidente que puede reconsidarse ello, sobre todo en países donde los flujos migratorios no son significativos (¿qué nos importa, de verdad, pedirle visa a los pakistaníes o a los brasileños?)

Si quieren saber quién necesita visa para ir a cuál país, vean el sitio de la SRE (siempre incompleto y mal actualizado) o este otro servicio que proporciona la aerolínea holandesa KLM.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Olimpiadas y política internacional, Segunda parte

A Londres 1948 fueron invitados 59 países. Se trató de un jamboree de los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial: Japón y Alemania fueron descartados de la lista de invitados (aunque a Italia sí la aceptaron porque ya desde 1943 habían derrocado a Mussolini). Los nuevos países socialistas tardaron un tiempo en presentar comités olímpicos conforme a las reglamentaciones existentes. Hungría, Checoslovaquia y Polonia fueron los únicos. China nacionalista participó por primera vez y Corea se presentó como el país unificado que en ese entonces era (desde entonces, nunca más han acudido a las olimpiadas con un equipo único).
Hubo que esperar la justa de Helsinki 1952 para ver, por primera vez, a la URSS. Desde su creación en 1917, ésta nunca se había presentado a los Juegos Olímpicos. Sin embargo, con el inicio de la Guerra Fría queda claro que una excelente forma de competir con los Estados Unidos y con el resto del bloque capitalista sería mostrando una impresionante disciplina y dedicación en los deportes olímpicos.
En 1956 las olimpiadas se efectuaron por primera vez en el Hemisferio Sur. Esto fue en Melbourne, Australia, único país de este hemisferio que ha recibido los juegos. Para esta ocasión la Ciudad de México fue candidata por primera vez (perdió). Se trató de olimpiadas tranquilas y casi despolitizadas, excepto por un leve incidente: La Unión Soviética se llevó el liderazgo en el medallero. Imposible! se trataba apenas de la segunda vez que participaban los soviéticos, !y les daba por ganarle a los estadounidenses! Se trató de una década impresionante para la imagen soviética en el exterior: en 1949 consiguieron, a su vez, la bomba atómica; a lo largo de los años 50 los rusos lanzaron el Sputnik (primer satélite en órbita), a la pobre Laika y a Yuri Gagarin (él sí regresó); fotografiaron el lado oscuro de la luna y se llevaron las olimpiadas de 1956. En la casa blanca debieron estar deshechos.
Roma 1960. País del eje tan sólo 20 años antes, Italia recibía, sin escándalo alguno, la llama olímpica (cuatro años después sería Tokio, y en 1972, Munich). Se trató, simbólicamente, del perdón a los antiguos responsables de la Segunda Guerra: Alemania ya había regresado en olimpiadas anteriores y en 1960, como en 1956, presentó un equipo unido entre la RDA y la RFA. Los países socialistas no hacían más que perder las elecciones (Budapest fracasó... también la Ciudad de México, por segunda vez). Acudieron a la cita 83 países. Poco a poco, los nuevos estados africanos empezaron a aparecer en las olimpiadas. Sudán, Nigeria, Etiopía, Kenya, Marruecos... para Sudáfrica significó el último chance de aparecer en olimpiadas: a partir de 1964 se le prohibiría a causa del Apartheid. Los soviéticos volvieron a llevarse el medallero, mostrando un enorme potencial (sobre todo en gimnasia) e impresionando al público internacional.
Me quedaré, hasta ahora, en Tokio 1964. Lo más destacado de estas olimpiadas fue el exorbitante proceso de recuperación por el que Japón pasó desde el fin de la guerra, 19 años atrás. Con una impresionante organización de las Olimpiadas, éstas fueron las primeras en las que participaron más de 5,000 atletas (con una triste disparidad entre hombres y mujeres de casi 8 a 1). Estados Unidos recuperó el liderato en medallas (un enorme respiro para un país que se sintió al borde de la tercera guerra mundial con el incidente de los misiles en Cuba, 1962).