Todos ustedes saben que mi exagerada juventud me impidió votar en las elecciones federales de 2006. También saben (o deberían saber) que me interesa (y me importa) mucho lo que sucede en la política mexicana (aunque no lo demuestre seguido en este blog, ya que prefiero hablar de trivialidades internacionales). Lo que quizá no saben es que como primerizo en el asunto eso de palomear boletas estoy bastante confundido (no angustiado, tampoco es para tanto) acerca de qué haré el fatídico 5 de julio que viene.
Básicamente, tengo, al igual que todos ustedes, tres opciones generales. No votar; votar anulando; votar por un partido/candidato.
1) No votar. Creo que es bastante claro: uno no se presenta a las urnas. Las implicaciones son importantes en la medida en que nuestro sistema electoral se preocupa (pero no hace nada) por los niveles -crecientes- de abstencionismo. Por otro lado, ese mismo sistema electoral no ha sido modificado de tal suerte que una elección poco concurrida sea, en efecto, anulada. Esto es: si el abstencionismo rebasa 50% (por decir algo), entonces las elecciones deberían ser anuladas. Eso no pasará nunca en México (de hecho, no conozco país alguno en el que tal cosa suceda), así que la decisión de no votar sólo engrosa las estadísticas de abstencionismo, muestra que hay inconformidad con la política en general, pero no implica absolutamente nada, en términos concretos, para la madurez política de nuestras instituciones.
2) Anular el voto. Los argentinos, siempre más allá que nosotros en términos de lucha y crítica social, hablan del voto bronca. Éste consiste en anular el voto escribiendo a lo largo de toda la papeleta un panfleto, una crítica, una mentada de madre... cualquier cosa que no sea un voto y que sea un poco más razonado que un simple rayón anulador de voto. (En Argentina, cuando aquéllo de la crisis de 2001, el voto bronca "ganó" las elecciones).
El problema con anular, desde mi punto de vista, es básicamente el mismo del abstencionismo: las repercusiones de tal cosa en el sistema político son nulas. No sólo a los políticos les tiene sin cuidado que haya votos groseros, críticos y de protesta en su contra, sino que incluso una elección en la que haya un solo voto válido es legítima...esta es otra cosa que debería cambiar en el entramado legal e institucional de nuestro proceso electoral.
Así pues, la opción de anular se entiende también como una crítica directa al sistema: "ningún candidato/partido me convence, ninguno tiene propuestas claras y viables, todos tienen un sucio historial de corrupción y politiquerías poco transparentes". Pero, otra vez, la satisfacción de anular es meramente individual y no tiene efecto alguno en el desarrollo mismo de las elecciones y de los gobiernos que de ella emanen.
Existe, sin embargo, una ínfima ventaja en la anulación. Supongamos que con altos índices de votos anulados, un partido minoritario o antisistémico decida hacer de su campaña una que atraiga a este potencial electorado, o electorado inconforme. Así, la plataforma de este partido tendría que adecuarse a una propuesta radicalmente opuesta a la que ofrecen todos los demás patidos sistémicos y podría ganarse el apoyo de los que otrora han mostrado gran descontento. El riesgo, por supuesto, es el que sean partidos extremistas los que consigan este objetivo: pensemos en los Nazis en 1933.
3) Votar es, sin duda, la más difícil de todas estas opciones. Votar implica responsabilidad y compromiso, así como derecho a crítica y repudio a las autoridades (ya sea aquéllas por las que uno votó y resulta ser que no hacen bien su trabajo o aquéllas que ganaron pese al voto de uno, mayor razón para estar en desacuerdo con ellas). La dificultad radica en tomar una decisión sesuda, consensuada e informada. Esto último es difícil porque las campañas publicitarias de los Partidos Políticos no fijan jamás sus plataformas ideológicas o sus objetivos estructurales; tan sólo nos informan de campañas de gran impacto coyuntural (legalización de drogas, inseguridad, narcotráfico...). En cuanto a la decisión consensuada resulta posible pensar que es dentro del grupo social (familia, cuates, escuela) que el individuo se hace de una opinión política más o menos definida (recuerdo que en 2000 mi padre votó por Gilberto Rincón Gallardo, opción que mi madre -en ese entonces todavía extranjera, así que no votante- y yo -mocoso de 11/12 años que escuchaba a los grandes hablar de política- también prefería.)
En este 2009 yo estoy sopesando la situación según los partidos (y no según los individuos, a quienes todavía ni conozco). De tal suerte que:
1) PAN. No y nunca. Una firmeza que me acompañará hasta la tumba. No votaré por un partido liberal, más cristiano que laico, favorecido por intereses económicos capitalistas (esto no tiene por qué sonar revolucionario) como los de esos empresarios convenvencieros.
2) PRI. No y posiblemente nunca. Es un partido que le ha hecho más mal que bien al país (excepto por mi General Cárdenas, pero en ese entonces ni se llamaba así el partido). Ha conservado, en algunos ejemplos muy claros -Oaxaca, Puebla, Coahuila, Veracrúz-, los tintes más vulgares del pasado autoritario de nuestro país. No votaría por ellos al menos que me convenza el discurso de "somos los experimentados en cuestiones de estabilidad". No me convence porque no creo que el país esté al borde del colapso (o quizá lo esté, pero entonces no son los priístas quienes lo resolverán).
3) PRD. No ahora, quizá después (seguramente antes, pero el hubiera no existe). Con la rama "chucha" al frente no los considero, de momento, una organización política de izquierda con intereses decididos en los cambios radicales que el país necesita. Han llevado a su interior las cochinadas que le atribuían a otros partidos y las han superado. Han mostrado ser más vendidos y acomodados que otras fuerzas políticas. No en 2009: ya no son el partido de Cárdenas (hijo) y ni siquiera de AMLO (para que yo diga algo así, este partido ha caído bajo, muuuy bajo).
4) PVEM. No y nunca. No soporto su campaña pro-pena de muerte. No soporto su completa falta de compromiso y plataforma política. No soporto la forma en que se alían con el mejor postor. No soporto al niño verde.
5) Convergencia. Me parece que son la representación idílica del partido mediocre, minoritario y publicitario que no tiene un sólo ápice de plataforma. No.
6) Nueva Alianza. ¡¿Qué?! Hay una gran diferencia entre partidos minoritarios y partidos mediocres. Creo que ya me entendieron. No.
7) PSD. Ajá... quizá.. no lo sé... no.... aahhgg!(así han sido mis percepciones de este partido desde hace unos 3 años). ¿A qué juegan? claro que una opción socialdemócrata es necesaria para cambiar los miles de problemas de nuestro país (digo cambiar porque los cambiará por otros, no creo que los solucione todos). Sin embargo, es impresionante que se hayan erguido en partido peleonero (al interior) y silencioso (al exterior). Dicen representar causas "alternativas y sublimadas a la política tradicional" pero sus campañas son sobre la mota, las áreas verdes y que los antros no cierren a las 3. Son yuppies, niños bien que se dedican a la "izquierda" porque "está de moda". Su plataforma, dicen ellos, es a largo plazo: lo que importa es ganar votos (y conservar el registro). No en 2009 (aunque quizá sí les dé mi voto en la Asamblea Legislativa del DF, sobre todo si siguen promoviendo propuestas como la del aborto y las sociedades en convivencia).
8) PT. Vamos. Todos sabemos que no son un partido de izquierda más allá de su discurso subversivo. Son, además, una camarilla legendaria, dinosáurica que, en 1995, fue creada con el fijo propósito de quitarle votos al PRD (y se han montado, cierto, en organizaciones civiles y políticas de izquierda, algunas muy apreciables). Podrían ser una opción más o menos concreta en la medida en que rescaten un proyecto alternativo de política (y pienso en el FAP de 2006). Sin embargo, en sus espacios políticos actuales (congreso y senado) han demostrado bastante simplismo y pocas intenciones. Son mi opción de voto si decido no anular mis boletas.
Y para cerrar, algunas reflexiones sobre este sistema en general.
1) Los partidos pequeños y representativos. De los ocho que aquí tenemos, como pudieron leer, ninguno me convence y, creo, ninguno me representa como individuo politizado con expectativas, ideales y sueños más o menos definidos. Pienso, idílicamente, que la variedad de partidos NO mina una democracia sino que la fortalece. En varios países europeos hay partidos extremadamente surreales (tradición, caza y pesca en Francia: partido pirata en Suecia: partido de la mariguana en Canadá) y otros minoritarios que representan perspectivas políticas muy claras (ecologistas, comunistas, nacionalistas, euroscépticos). En México, no. Y esto puede deberse a la forma en que están hechas nuestras leyes (acá los partidos pierden el registro con enorme facilidad, así que difuminan sus propuestas para conservarlo), pero sobre todo debido a la nula madurez de nuestros partidos (negocio, plataforma individual de poder).
Yo sí votaría por un partido pequeño y centrado en su propuesta. En Francia, la Liga Comunista Revolucionaria sacó 6% en 2007. No es mucho, pero no es poco si pensamos que todo mundo ladra acerca del fin del socialismo y del comunismo. También ahí, los altermunidstas de José Bové sacaron 3 %.
2) Segunda vuelta electoral. Estos partidos pequeños sacan buenos resultados, también, por las leyes electorales. Al haber segunda vuelta, aquéllos individuos que nos sentimos identificados con programas políticos minoritarios votamos por estos partidos sin pedo alguno en la primera vuelta a sabiendas que, en la segunda aparecerán los dos candidatos más picudos, que generalmente tenderán al centro (otra vez Francia: Sarkozy en el centro-derecha -aunque a veces muy a la derecha- y S. Royal al centro-izquierda, aunque a veces muy al centro). Así, todos los partidos logran los votos de sus bases electorales. Y son estos votos los que cuentan para la representación proporcional (junto con los votos para legislativo). Ningún partido se queda totalmente fuera del juego ni se ve obligado a cambiar de tajo sus propuestas.
3) Parlamentarismo. No me voy lejos porque esto en México no pasará nunca. El punto sencillo es que el poder ejecutivo se configura también con miembros de los partidos que no ganaron el 1er lugar electoral. Esto obliga a la negociación y al trabajo en equipo (al menos que sea parlamentarimo estilo Reino Unido donde esto no aplica). Así, imagínense ustedes un gabinete calderonista con varios miembros de partidos con los cuáles el PAN, sin haber sacado 51%, habría hecho alianzas: PRI, quizá. Tons, un gabinete 40% priísta y 60% panucho.
Largo texto, lectura pesada. Gracias por aventarse el paquete y por dejar comentarios.