jueves, 11 de noviembre de 2010

Es hermoso morder la mano que te alimenta

Este texto es innovador para los parámetros de este mísero blog. Comienza con una caricatura. ¿Listos?






Bien, ahora sí, al grano. Esta caricatura, que apareció el 22 de octubre en The Economist, hace referencia al triunfo de las políticas de austeridad después de la crisis económica que, en 2008, medio hundió al mundo. En términos muy burdos y generales (literlamente, caricaturizando), los europeos, por cuestiones históricas que se explican entre otras cosas con las dos guerras mundiales, tienden a preferir gobiernos activos en economía y responsables (o comprometidos) con el bienestar social. Por su parte, los estadunidenses, quizá de memoria un tanto más corta, aplauden frenéticamente los recortes presupuestales y las limitaciones estructurales a los programas asistencialistas del Estado. También es histórico (y eso es precisamente lo que argumenta el Tea Party), pero también es, en gran medida, ideológico.


¿Qué demonios sucede de los dos lados del Atlántico? Creo que la respuesta es clara: los gobiernos están buscando recortar sistemáticamente sus gastos y buscan ajustarse a políticas macroeconómicas pulcras, eficientes, relucientes y, por supuesto, injustas. El premio a ganar es multifacético: el aplauso de los organismos financieros internacionales, el beneplácito de los grandes capitales especulativos (bancos y finanzas), la confianza de los inversionistas y los empresarios, el respaldo de las fortunas nacionales (hartas de pagar tantos impuestos) y, empujado al límite, el apoyo de los grupos políticos nacionalistas que ven en los recortes bienestaristas la oportunidad de recrear diferencias claras con las comunidades inmigrantes.


Por supuesto, las reformas de ajuste pueden tener consecuencias desastrosas: profundización de las inequidades económicas, afirmación de desigualdades sociales, despolitización de instituciones importantes (sindicatos o confederaciones campesinas), enajenación clasemediera (aunque no estoy todavía muy seguro de cómo), caída del salario real y aumento de los precios (como en América Latina durante los 1980')... En fin, una serie de calamidades que, si bien quizá no pondrán en tela de juicio la esencia misma del Estado, sí desprestigiarán considerablemente su labor económica y la confianza que millones de ciudadanos depositaron en él como un elemento importante del bienestar social.



Vámonos al cuento. La crisis de 2007/2008 comenzó, digámoslo rápida y burdamente, con la explosión de una hiperburbuja de especulación financiera. Esa "alberca" de los no sé cuántos billones de dólares (y billones en castellano, que conste!) se llenó con los flujos de capital que, por supuesto, no eran regulados por los Estados, pero que tampoco eran productivos (no eran inversiones en bienes de capital ni en servicios públicos). Los bancos perdieron solvencia y los Estados ricos salieron al rescate. En cuestión de meses, las mayores economías del mundo desembolsaron millones de dólares en estímulos fiscales y rescate a bancos y empresas que, debido a su irresponsabilidad (irresponsabilidad que yo considero imposible o dificilísima si éstos pertenecen al Estado o a cooperativas), estaban al borde del colapso.


Así, The Fed compró bancos estadunidenses (para después revenderlos), el gobierno de Frau Merkell incentivó profundamente la producción y compra de carros alemanes, Obama lanzó su eslogan "buy American", los franceses destinaron millones al saldo de cuentas bancarias, los chinos volvieron a comprar bonos del tesoro estadunidense en masse y las repúblicas sudamericanas protegieron sus finanzas y sus exportaciones con políticas anticíclicas de corte keynesiano. Qué lindo. Durante meses, incluso la prensa económico liberal defendió los estímulos y los grandes gastos de los Estados. La sociedad, más bien inconforme, se preguntó por qué habrían de ser rescatados los grandes consorcios banqueros y empresariales con dinero del contribuyente si, al mismo tiempo, los ciudadanos que habían quedado endeudados al comprar una casa, desprovistos de empleo y limitados en sus ingresos por compensaciones sociales, ellos recibirían muy poco o nada.


Las primeras grandes manifestaciones explotaron. Pronto fue evidente que el descontento social estaba dirigido contra los gobiernos que impúdicamente rescataban a las irresponsables empresas y bancos. Vamos, no hay que ser injustos. Claro que los paquetes de estímulo fiscal incluían medidas de apoyo a la población (en EU, por ejemplo, se extendió el tiempo durante el cual un desempleado puede recibir apoyo estatal) y otras que iban en pos del consumo interno y el gasto social. Pero eso no duró mucho tiempo.


¿Por qué no? ¿Era acaso insolventable? No estoy en condiciones de responder porque mis conocimientos de economía son mínimos. Lo que sí sé es que hubo, paradójicamente, un rebote completo de las inclinaciones políticas de los gobiernos y las sociedades. Fueron los gobiernos de centro derecha que en Alemania, Francia o Canadá invirtieron esos millones de rescate. Fue la socialdemocracia la gran perdedora de los espacios políticos en Europa. La gente, al parecer, buscó gobiernos capaces de dar respuestas rápidas a la crisis económica, pero en los últimos meses se han dado cuenta de su error.


Todo empezó en Grecia a principios de año. Como ya medio especulé por acá, los estímulos fiscales postcrisis evidenciaron muchas fallas estructurales en los sistemas de gasto nacionales. Grecia reventó, desvelando una historia de malos manejos fiscales y presupuestarios. PERO lo importante aquí es que las respuestas del exterior (y del interior) fueron erradas. ¿Cómo es posible que en plena cirisis económica se opte por planes de ajuste presupuestal que cortan, en primer lugar, el gasto público social? ¿A quién puede ocurrírsele que las economías deben "verse bonitas" y "ser eficientes" cuando importantes sectores de la población están cayendo en la pobreza y se las ven negras para seguir con el día a día?


Ese alguien es, para variar, el mismo fantasma de siempre. Es el conjunto de organismos financieros mundiales, es el gobierno estadunidense, la comisión europea y los gobiernos de los países más pesados del continente (esta vez ni siquiera importó su supuesta inclinación ideológica). Entre todos ellos apostaron a condicionar terriblemente un paquete de unos 150 mil millones de dólares que Grecia recibiría sólo sí cumplía con una larga lista de tareas. Éstas incluían recortes al gasto público, a las pensiones, a los salarios y las prestaciones... No había planes precisos para combatir la corrupción o hacer más transparentes las finanzas públicas. Para variar, las soluciones cortoplacistas del "capitalismo mundial organizado" (perdonen mi teatro, pero no encuentro otro mote más adecuado) intentaron componerlo todo de golpe sin preocuparse mucho por los efectos negativos a la sociedad.


En cuestión de meses los ánimos políticos cambiaron. Pese a las enormes (impresionantes y admirables, desde mi humilde punto de vista) movilizaciones sociales en Grecia, los gobiernos europeos decidieron seguir adelante con los planes de recorte. España lanzó el suyo con bombo y platillo, encontrando buen eco entre una población harta de que el desempleo esté estancado en 20%. En España los esquemas laborales, las reglamentaciones y la facilidad para despedir gente, habrán de relajarse gracias a estas propuestas de ajuste. Más o menos lo mismo sucede en toda Europa. En Francia el efecto fue también impresionante. En los últimos dos meses, millones de trabajadores, estudiantes, profesionistas, profesores... vamos, medio país salió a las calles protestando por los programas de austeridad que el gobierno de Sarkozy ha logrado implementar. Subir la edad de retiro (de 60 a 62) no parece gran cosa --y estoy de acuerdo en que es imperativo visto el cambio demográfico que se viene--, pero no es, ni de lejos, la única propuesta. El gobierno francés insiste en apuntar reglas laborales mucho más flexibles para los patrones y un tanto injustas para los trabajadores. Trabajar sin cotizar, despedir con facilidad, ser joven y trabajar sin acumular antigüedad... vamos, las propuestas son francamente delirantes.

Ayer la gente protestó en el Reino Unido en contra de una de las tantas partes del programa conservador de austeridad. Los estudiantes salieron a protestar en contra del aumento de las colegiaturas (que no son particularmente bajas) y la rectificación de los planes de becas y estímulos al estudio.


Mientras los gobiernos europeos se aferran a una falsa esperanza de eficiencia macroeconómica y rigidez fiscal, los ciudadanos se dan cuenta del desastre que para sus bolsillos significan esas políticas de ajuste y salen a las calles exigiendo reformulaciones mucho más profundas. No digamos solamente el cambio completo del modelo capitalista por otro socialista (no es aquí donde discutiré eso); simplemente programas impositivos más severos hacia los ricos, más severos hacia los flujos de capital (internos y externos), más radicales contra la especulación financiera...



En Estados Unidos parece que sucede todo lo contrario. Los demócratas en el poder, si bien lejos de la izquierda europea, mantuvieron con relativa firmeza sus estímulos fiscales y sus propuestas más o menos bienestaristas (Obamacare es el mejor ejemplo). El gobierno de Obama se aferra, creo que es correcto aunque insuficiente, a programas de asistencia social, seguro de desempleo, impuestos a los más ricos y demás que tienen por objetivo minimizar los daños sociales (en términos de desigualdad y pobreza) que la crisis evidentemente trajo consigo. Y curiosamente, en vez de ser aplaudidos por una mayoría harta de perder sus beneficios, como en Europa, una buena parte de la sociedad estadunidense salió a las urnas y castigar a los demócratas. Sé que no fue representativo, pero el escándalo que organizaron los ultraconservadores del Tea Party tiene los elementos para poner en alerta a cualquiera. Ahora resulta que los estadunidenses están contentos con un Estado raquítico que no es solidario con su población, que permite que empresas y mercados regulen los derechos económicos de la gente... vamos, un Estado que renuncia a sus obligaciones y compromisos económicos y sociales.

Ahora resulta que una parte de la sociedad estadunidense aplaude medidas que recortarán el gasto social (pero no tocarán para nada el gasto militar), que dificultarán encontrar y mantener trabajo, que no apoyarán de la misma manera a los desempleados... Es, en el fondo, un ejemplo más, de los tantos que hay, de lo dispares que pueden ser estadunidenses y europeos.

Sólo queda por decir que en un ambiente de crisis e incertidumbre económica, sacrificar el (relativo) bienestar de las poblaciones a cambio de asegurar estabilidad fiscal y eficiencia macroeconómica es un revés terrible a los compromisos de los Estados de bienestar. Bien lo dijo Héctor Flores: no necesitamos Estados eficientes; claro, no significa que no puedan ser buenos, pero cuando hay pobreza, desigualdad, explotación e intolerancia, un Estado eficiente no sirve de nada. Necesitamos Estados comprometidos, activos, responsables.

(Nota final. Creo que sigue habiendo un abismo radical entre los países ricos e industrializados -de los que habla el texto- y los demás, más pobres y en vías apenas de alcanzar ciertos estándares económicos y sociales. No todo lo anterior aplica a países como México, pues las prioridades son otras. Lo que es radicalmente triste es que incluso los modelos que mejor habían funcionado para Europa se desechen hoy día con tanta facilidad y parsimonia).

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