En la década de los años sesenta los Estados Unidos se atascaron en el pantano que, hasta ahora, más les ha costado en términos políticos internos y externos. Su insistencia paranóica en deshacerse de un nuevo gobierno comunista (no importaba si era de unidad nacional, aceptado por la mayoría de la población e incluso un factor de estabilidad regional) le orilló al desastre. Vietnam fue, sin duda, la primera guerra que los Estados Unidos perdieron en el siglo XX. Después vendrían algunas misiones fallidas, como la de Somalia en 1991.
Pero el actual conflicto en Afganistán demuestra que, pese a todo, los humanos sí caen dos veces en los mismos pantanos (o al menos en pantanos muy similares). El Reino Unido nunca logró imponer una unidad colonial en Afganistán. Sus fallidos intentos fueron atribuidos a su arduo e inhóspito clima, pues el orgullo británico no pudo aceptar que, en términos estrictos, jamás logró aplacar a la infinidad de etnias y tribus que, hasta la fecha, siguen interactuando en Afganistán. En 1979 Brezhnev lanzó una desesperada ofensiva ante Afganistán con el anhelado objetivo de tranquilizar un "estado colchón" que ya le causaba muchos problemas en su frontera centroasiática (así como a la India y a China, aunque en menor medida). Derrotados, los soviétos huyeron de Afganistán sólo para regresar a casa y darse cuenta de que incluso su estado estaba colapsando.
Quizá dos ejemplos no sean suficientes... Bueno, para mí sí lo son, pero no parece que esa sea la línea de razonamiento en Washington desde 2001. Cuando el ataque a las torres, la Casa Blanca y el Pentágono orquestaron, en menos de dos semanas, una ofensiva sobre el territorio afgano para "reinstaurar" un estado de derecho destruido por los talibanes. Por supuesto que tal argumentación era más débil que la de un pupilo de primaria. Estados Unidos financió grotescamente a las milicias talibanes durante la invasión soviética, favoreciendo no sólo la derrota del Kremlin sino la del mismo gobierno en Kabul. Al momento de retirarse las tropas soviéticas, Estados Unidos "retiró" el apoyo formal al proto-estado talibán, pero mantuvo las armas y los vínculos financieros (aunque menores, hay que decirlo) con el grupo encabezado por el ya cien veces famoso Osama Bin Laden.
La decisión de invadir Afganistán es completamente comprensible desde una perspectiva realista y geoestratégica: Afganistán, un estado muy débil (incluso fallido) en la encrucijada de oriente no es otra cosa que una fuente de problemas para sus vecinos y para países más lejanos. Irán y Pakistán, así como las repúblicas centroasiáticas e incluso la India han sufrido, con manifestaciones distintas, las repercusiones del desorden y la violencia en Afganistán: El oeste pakistaní, organizado de forma "autónoma" como una región tribal federal lleva una década sirivendo como punto de infiltración de células fundamentalistas y, en ocasiones, terroristas. El ilsamismo más o menos radical ha crecido en Asia Central a raíz de la caída de la URSS, pero también porque las fronteras con Afganistán son débiles y permeables, y porque la influencia del discurso talibán logra aferrarse en las regiones más pobres de las estepas asiáticas. Irán, declarado enemigo del fundamentalismo suníta (Al-Qaeda, entre otros), ha mantenido una frontera relativamente firme frente a Afganistán, pero los actuales problemas han dificultado su relación con el Baluchistán iraní (una sub-región de otra más grande, el Baluchistán, que se extiende a lo largo del sur iraní, afgano y pakistaní y cuya población, en ocasiones, ha reclamado su independencia). La India teme (y quizá con razón) que la facilidad con la que terroristas que se han instalado en Afganistán pasen a y operen desde Pakistán facilite atentados terroristas en su territorio (como así lo demuestran los atentados en Bombay de noviembre pasado).
¿Y Estados Unidos? Claro, la potencia mundial que ha decidio poner orden el Afganistán, reunificar al país, orientarlo por la vía del derecho y la libertad y acabar con las amenazas que su inestabilidad ha traído para el Mundo. Claro, claro.
Después de ocho años de guerra (a cumplirse en un mes), los Estados Unidos se encuentran cada vez más confundidos y desesperanzados con respecto a su misión en Afganistán. Después de una relativa pausa "gracias" a la guerra en Irak (que más bien sirivó de telón para esconder las grandes dificultades que EU tenía en Afganistán y las barbaries que sus soldados cometían contra civiles), la Casa Blanca ha vuelto a priorizar la guerra en Afganistán. Eso no es cosa nueva: desde su campaña, Barack Obama habló de la importancia de acabar con el Talibán en donde sí se encuentra (evidenciando, claro, que su predecesor se equivocó al buscarlo en Irak) a toda costa. La relevancia del asunto no es menor. En efecto, alguien tiene que hacer algo porque las cosas cambien en Afganistán, y esto lo han justificado tanto los geoestrategas como los defensores de los derechos humanos y los convencidos del desarrollo socio-económico en sociedades en paz. Lo cierto, sin embargo, es que el nivel de vida de los afganos difícilmente ha mejorado desde 2001 y que las tropas estadounidenses no han logrado, de forma certera, acestar golpe alguno contra las organizaciones terroristas o fundamentalistas.
A diferencia de Irak, el problema Afgano ha sido respaldado por la UE y por Rusia (hay tropas de muchos países de la OTAN en Afganistán -según un artículo que leí hace poco, parece que los holandeses están haciendo el mejor trabajo en la pequeña zona que les corresponde). El consenso internacional que existe en torno a la invasión a Afganistán no ha evitado los enormes fracasos.En materia política, por ejemplo, las fuerzas militares occidentales lograron que Hamid Karzai llegase al poder. Moderado, progresista y fiel a la democracia, según las primeras impresiones estadounidenses, Karzai no ha sido el hombre ideal para llevar la democracia a Afganistán. En los últimos meses (y conforme se acercaron las elecciones de los días pasados), la prensa internacional ha comenzado a atacar a Karzai como un corrupto y autoritario (que quizá lo sea) y a criticar a EU por haber confiado en él (o, en todo caso, por no haber asegurado un balance de poder con otras instituciones y, en su lugar, haber inflado el presidencialismo en Kabul). Lo cierto, me parece, es que la estrategia pro-Karzai había sido muy precipitada y que EU, en la urgencia de encontrar un ícono que simbolizara su labor estabilizadora y democratizadora en el país, no se decidió a construir un plan de gobierno/administración para Afganistán (o con Afganistán).
Los europeos tampoco pueden recibir aplausos: su participaición militar es muy regular y poco comprometida (aunque quizá eso sea justo lo que el país necesita, si se le sustituyese por programas de desarrollo integral y cooperación) y sus gobiernos han decidido dejar en manos de Washington las decisiones más importantes. Después de las elecciones de los últimos días (de las que muy posiblemente salga Karzai reelecto), la UE se ha empeñado en hablar de éxito y paficismo en los comicios, aunque los reportes de gente desde el país (lean, en particular, los "cuadernos de Kabul" que se publica con enorme frecuencia en EL PAIS) informan que la corrupción es galopante, la violencia rural no cesa y que las elecciones fueron una farza (llenas de irregularidades y discriminaciones, sobre todo hacia las mujeres sometidas al yugo de la religión -50% de ellas son analfabetas. Por cierto, me recordó una frase de Richard Dawkins en la que describe a las religiones como "la madre de todas las burkas).
En suma, ¿Qué sigue en Afganistán? Desgraciadamente, la respuesta es muy negativa: lo mismo. Es difícil, realmente difícil, que los Estados Unidos cambien su estrategia, ya sea porque en el fondo no tienen una estrategia definida (lo cual no me extrañaría sabiendo que estamos en el siglo XXI), o porque los costos políticos de hacerlo después de ocho años son muy elevados. Cambiar a una ofensiva militar total se llevaría al cuerno la vida de miles de civiles y las débiles instituciones que todavía sirven de algo en Afganistán. Además, sería poco efectiva contra un grupo como el terrorista que 1) no es una unidad, 2) no es un estado, y por lo tanto no depende de un territorio fijo 3) no tiene reparos para usar como escudo a la población civil, 4) es extremista religioso, por lo tanto profundamente peligroso y 5) aplica la táctica de Guerra de guerrillas, lo cual siempre pone en jaque a un ejército convencional.
En cambio, si la estrategia es de fortalecimiento político y social, empezando por las insituciones centrales y los mecanismos federalistas que podrían aplicar a Afganistán, los EU tendrían que ceder su liderazgo a la comunidad internacional. Es mucho más idílico como plan (y poco viable visto que estamos hablando de Estados Unidos), pero es quizá más sensato que indios, iraníes, rusos, europeos, árabes, turcos, chinos y gringos colaboren en el fortalecimiento de vículos económicos, diplomáticos y políticos con Afganistán: cooperación para el desarrollo de infraestructura, para la formación de una fuerza nacional al estilo policía federal, desarrollo sustentable del campo afgano, de la educación, de la salud, de las instituciones seculares... no lo sé. Sólo creo que la versión militarizada de la historia es la que acaba mal.
Pero el actual conflicto en Afganistán demuestra que, pese a todo, los humanos sí caen dos veces en los mismos pantanos (o al menos en pantanos muy similares). El Reino Unido nunca logró imponer una unidad colonial en Afganistán. Sus fallidos intentos fueron atribuidos a su arduo e inhóspito clima, pues el orgullo británico no pudo aceptar que, en términos estrictos, jamás logró aplacar a la infinidad de etnias y tribus que, hasta la fecha, siguen interactuando en Afganistán. En 1979 Brezhnev lanzó una desesperada ofensiva ante Afganistán con el anhelado objetivo de tranquilizar un "estado colchón" que ya le causaba muchos problemas en su frontera centroasiática (así como a la India y a China, aunque en menor medida). Derrotados, los soviétos huyeron de Afganistán sólo para regresar a casa y darse cuenta de que incluso su estado estaba colapsando.
Quizá dos ejemplos no sean suficientes... Bueno, para mí sí lo son, pero no parece que esa sea la línea de razonamiento en Washington desde 2001. Cuando el ataque a las torres, la Casa Blanca y el Pentágono orquestaron, en menos de dos semanas, una ofensiva sobre el territorio afgano para "reinstaurar" un estado de derecho destruido por los talibanes. Por supuesto que tal argumentación era más débil que la de un pupilo de primaria. Estados Unidos financió grotescamente a las milicias talibanes durante la invasión soviética, favoreciendo no sólo la derrota del Kremlin sino la del mismo gobierno en Kabul. Al momento de retirarse las tropas soviéticas, Estados Unidos "retiró" el apoyo formal al proto-estado talibán, pero mantuvo las armas y los vínculos financieros (aunque menores, hay que decirlo) con el grupo encabezado por el ya cien veces famoso Osama Bin Laden.
La decisión de invadir Afganistán es completamente comprensible desde una perspectiva realista y geoestratégica: Afganistán, un estado muy débil (incluso fallido) en la encrucijada de oriente no es otra cosa que una fuente de problemas para sus vecinos y para países más lejanos. Irán y Pakistán, así como las repúblicas centroasiáticas e incluso la India han sufrido, con manifestaciones distintas, las repercusiones del desorden y la violencia en Afganistán: El oeste pakistaní, organizado de forma "autónoma" como una región tribal federal lleva una década sirivendo como punto de infiltración de células fundamentalistas y, en ocasiones, terroristas. El ilsamismo más o menos radical ha crecido en Asia Central a raíz de la caída de la URSS, pero también porque las fronteras con Afganistán son débiles y permeables, y porque la influencia del discurso talibán logra aferrarse en las regiones más pobres de las estepas asiáticas. Irán, declarado enemigo del fundamentalismo suníta (Al-Qaeda, entre otros), ha mantenido una frontera relativamente firme frente a Afganistán, pero los actuales problemas han dificultado su relación con el Baluchistán iraní (una sub-región de otra más grande, el Baluchistán, que se extiende a lo largo del sur iraní, afgano y pakistaní y cuya población, en ocasiones, ha reclamado su independencia). La India teme (y quizá con razón) que la facilidad con la que terroristas que se han instalado en Afganistán pasen a y operen desde Pakistán facilite atentados terroristas en su territorio (como así lo demuestran los atentados en Bombay de noviembre pasado).
¿Y Estados Unidos? Claro, la potencia mundial que ha decidio poner orden el Afganistán, reunificar al país, orientarlo por la vía del derecho y la libertad y acabar con las amenazas que su inestabilidad ha traído para el Mundo. Claro, claro.
Después de ocho años de guerra (a cumplirse en un mes), los Estados Unidos se encuentran cada vez más confundidos y desesperanzados con respecto a su misión en Afganistán. Después de una relativa pausa "gracias" a la guerra en Irak (que más bien sirivó de telón para esconder las grandes dificultades que EU tenía en Afganistán y las barbaries que sus soldados cometían contra civiles), la Casa Blanca ha vuelto a priorizar la guerra en Afganistán. Eso no es cosa nueva: desde su campaña, Barack Obama habló de la importancia de acabar con el Talibán en donde sí se encuentra (evidenciando, claro, que su predecesor se equivocó al buscarlo en Irak) a toda costa. La relevancia del asunto no es menor. En efecto, alguien tiene que hacer algo porque las cosas cambien en Afganistán, y esto lo han justificado tanto los geoestrategas como los defensores de los derechos humanos y los convencidos del desarrollo socio-económico en sociedades en paz. Lo cierto, sin embargo, es que el nivel de vida de los afganos difícilmente ha mejorado desde 2001 y que las tropas estadounidenses no han logrado, de forma certera, acestar golpe alguno contra las organizaciones terroristas o fundamentalistas.
A diferencia de Irak, el problema Afgano ha sido respaldado por la UE y por Rusia (hay tropas de muchos países de la OTAN en Afganistán -según un artículo que leí hace poco, parece que los holandeses están haciendo el mejor trabajo en la pequeña zona que les corresponde). El consenso internacional que existe en torno a la invasión a Afganistán no ha evitado los enormes fracasos.En materia política, por ejemplo, las fuerzas militares occidentales lograron que Hamid Karzai llegase al poder. Moderado, progresista y fiel a la democracia, según las primeras impresiones estadounidenses, Karzai no ha sido el hombre ideal para llevar la democracia a Afganistán. En los últimos meses (y conforme se acercaron las elecciones de los días pasados), la prensa internacional ha comenzado a atacar a Karzai como un corrupto y autoritario (que quizá lo sea) y a criticar a EU por haber confiado en él (o, en todo caso, por no haber asegurado un balance de poder con otras instituciones y, en su lugar, haber inflado el presidencialismo en Kabul). Lo cierto, me parece, es que la estrategia pro-Karzai había sido muy precipitada y que EU, en la urgencia de encontrar un ícono que simbolizara su labor estabilizadora y democratizadora en el país, no se decidió a construir un plan de gobierno/administración para Afganistán (o con Afganistán).
Los europeos tampoco pueden recibir aplausos: su participaición militar es muy regular y poco comprometida (aunque quizá eso sea justo lo que el país necesita, si se le sustituyese por programas de desarrollo integral y cooperación) y sus gobiernos han decidido dejar en manos de Washington las decisiones más importantes. Después de las elecciones de los últimos días (de las que muy posiblemente salga Karzai reelecto), la UE se ha empeñado en hablar de éxito y paficismo en los comicios, aunque los reportes de gente desde el país (lean, en particular, los "cuadernos de Kabul" que se publica con enorme frecuencia en EL PAIS) informan que la corrupción es galopante, la violencia rural no cesa y que las elecciones fueron una farza (llenas de irregularidades y discriminaciones, sobre todo hacia las mujeres sometidas al yugo de la religión -50% de ellas son analfabetas. Por cierto, me recordó una frase de Richard Dawkins en la que describe a las religiones como "la madre de todas las burkas).
En suma, ¿Qué sigue en Afganistán? Desgraciadamente, la respuesta es muy negativa: lo mismo. Es difícil, realmente difícil, que los Estados Unidos cambien su estrategia, ya sea porque en el fondo no tienen una estrategia definida (lo cual no me extrañaría sabiendo que estamos en el siglo XXI), o porque los costos políticos de hacerlo después de ocho años son muy elevados. Cambiar a una ofensiva militar total se llevaría al cuerno la vida de miles de civiles y las débiles instituciones que todavía sirven de algo en Afganistán. Además, sería poco efectiva contra un grupo como el terrorista que 1) no es una unidad, 2) no es un estado, y por lo tanto no depende de un territorio fijo 3) no tiene reparos para usar como escudo a la población civil, 4) es extremista religioso, por lo tanto profundamente peligroso y 5) aplica la táctica de Guerra de guerrillas, lo cual siempre pone en jaque a un ejército convencional.
En cambio, si la estrategia es de fortalecimiento político y social, empezando por las insituciones centrales y los mecanismos federalistas que podrían aplicar a Afganistán, los EU tendrían que ceder su liderazgo a la comunidad internacional. Es mucho más idílico como plan (y poco viable visto que estamos hablando de Estados Unidos), pero es quizá más sensato que indios, iraníes, rusos, europeos, árabes, turcos, chinos y gringos colaboren en el fortalecimiento de vículos económicos, diplomáticos y políticos con Afganistán: cooperación para el desarrollo de infraestructura, para la formación de una fuerza nacional al estilo policía federal, desarrollo sustentable del campo afgano, de la educación, de la salud, de las instituciones seculares... no lo sé. Sólo creo que la versión militarizada de la historia es la que acaba mal.
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