martes, 14 de julio de 2009

Oh Canada...

Sí, lo sé. Este es un tema bastante aburrido y quizá irrelevante (si no fuera porque somos mexicanos), pero de vacaciones y con tiempo para hacer tantas cosas interesantes (pero sin una pizca de voluntad) decidí que escribiría un poco sobre la reciente decisión canadiense de pedir visas a los mexicanos que quieran pasar una temporada breve -turismo, estudio o trabajo temporal- en el país del maple.

Pues bien, anoche, lunes 13 de julio de 2009, Ottawa anunció que a partir del día 15 sería obligatorio para todo aquél que se presentase en fronteras, puertos o aeropuertos canadienses con un pasaporte verde con un águila en la portada contar con un visado expedido por cualquier embajada o consulado de Canadá en el Mundo (de preferencia en México). La decisión per se es absurda y culera. Destruye los mínimos avances que en materia de migración podía traer a México la firma del TLC con Canadá (y con EEUU) y posterga todo tipo de "amistad entre los pueblos". La globalización, una vez más, se ve contradecida por sí misma al negar el libre tránsito de individuos entre dos países que han abrazado impúdicamente al maldito libre compercio. Aunque para mí las nacionalidades no son poca cosa, sí creo que se trate de simples papeles a la hora de viajar y pasar por las burocracias del mundo (como Serrat decía en su canción... "mi patria y mi guitarra llevo en mí; una es fuerte y es fiel, la otra un papel..."). Encima de todo, un visado me parece un elemento denigrante y ojete del mundo: es absurdo que la gente deba tramitar pases especiales de ingreso a un país cuando ya cuentan con un documento elemental que prueba su origen, identidad y nacionalidad. La visa no muestra ninguna de las tres, sólo es una imposición que significa desconfianza y mediocridad.



(¿Qué hacen, babosos? Ahora que tengan que regresarles su banderita a casa deberán tramitar visa)

Y sin embargo, pasado el enojo, cabe constatar que la decisión no fue simplemente arbitriaria. Bueno, sí lo fue, pero no es una decisión que haya salido de la nada. Ottawa lleva un rato diciendo que le parece sospechoso que tantos mexicanos soliciten condición de asilo político en Canadá y que ese número se haya multiplicado de manera impresionante en los úlitmos cuatro años. Al parecer, la respuesta a esa intriga es que hay quienes especulan (¿En México?¡Imposible!) con el asilo de algunos individuos en Canadá. El ministerio de asuntos exteriores del país del Norte dice que las excesivas demandas mexicanas, muchas de ellas fraudulentas, no permiten que la burocracia de asilo canadiense se desenvuelva de manera óptima y canalice sus esfuerzos a otorgar la condición de asilado a gente que realmente lo necesita (como sudaníes, somalíes, centroafricanos, afganos, birmanos...). Bajo ese argumento, una visa a México permitiría limitar el flujo de mexicanos que ingresen a Canadá y, así, esperar que las solicitudes de asilo sean genuinas (y muchas menos que ahora). ¿Es válido el argumento? No lo sé: las visas son horribles, pero me queda claro que cada Estado es soberano y decide los aspectos de su política exterior en función de lo que considera mejor para sus ciudadanos (o así debiera proceder). En esa tónica, Canadá argumenta que lo que hace es por seguridad interna. México deberá criticar -y comienza a hacerlo desde la SRE-, pero, en dado caso, deberá ser recíproco. Y si lo llegamos a ser con Canadá, me parece que deberemos serlo también con los estadounidenses. Los países africanos, pobres y desordenados como se los están imaginando ahora, piden visa a sus "ex-metropolitanos", a sus antiguos colonizadores. Y no lo hicieron por que sí, pero el día que París pidió visas a los senegaleses y que Bruselas se las pidió a los ruandeses, Dakar y Kigali hicieron otro tanto y no les importó que fueran "potencia económica, nuclear, cultural, política o sede de la Torre Eiffel".


¿Ya dije que me revientan las visas?

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