viernes, 24 de julio de 2009

Health bloody care

Entré a youtube para buscar un video que finalmente no vi -y que veré cuando termine de escribir esta entrada. Lo que sí vi fue uno de esos videos que aparecen como "being watched right now" porque me latía la imagen que aparecía en referencia a ese video (una chica en bikini... bueno, quizá). El caso es que el video -breve y malo- estaba acompañado por los clásicos comentarios que hace la gente. Y sé que nadie los lee; incluso yo no lo hago. Pero hoy lo hice y un baboso (o babosa) que se presenta como Homeland Security (se podrán imaginar ya de qué se trata) había escrito lo siguiente:
Health care is not in the Constitution. Health care is socialist. Health care is what Canada and Europe does. Health care is not in the Bible. Health care is anti-American.
Como podrán imaginar, trátese o no de un video de una chica en bikini, el comentario del papafrita este (como diría Mafalda) no tenía absolutamente nada que ver con lo que yo había visto en el video. Lo que sí es que me recordó inmediatamente un artículo que había leído hace algunas semanas (o unos tres meses, no lo sé) sobre la superchamba que Mr Obama se quiere aventar en su país: remediar el sistema de salud pública, tarea titánica si me lo preguntan.

Que un troglodita inquisidor kukuxklanero y republicano haya escrito algo así es obsceno pero no deja de ser cierto que el gobierno de Obama tendrá que parir chayotes si quiere sacar adelante su reforma al sector salud. En los Estados Unidos el sistema de salud pública es chocante por su deficiencia y su pésima calidad. Por su parte, el servicio privado es muy bueno (lo que es chocante para el estadounidense promedio y para el 99.5% de los mexicanos que no podemos ir a Houston a operarnos un maldito tumor en el esternocleidomastoideo o practicarnos un aborto de emergencia -bueno, 49% de los mexicanos de entrada no podemos).El tercer sector, que es medio "intermedio", el de los seguros y demás especulaciones a la con, es bastante mediocre, pero no sólo por insuficiente, sino por inhumano y denigrante, y si vieron Sicko de Michael Moore podrán estar de acordeón con moá.

Lo que una gran parte de los gringos creen y defienden



Lo cierto es que la propuesta misma de un seguro social nacional con especial énfasis en la salud pública es un tema escabroso y muy debatido en la tierra del tío Sam. Aunque debiera ser algo de lo más sencillo y claro, en EEUU no es así: se trata del país que más dinero gasta en cuestiones de salud, lo cual N¿no es de extrañar si pensamos que es el país con la economía más grande. Pero, incluso en términos porcentuales, EEUU gasta más dinero que cualquier otro país con un sistema de salud mínimo 2 veces mejor que el suyo. Y lo curioso, además, es que el porcentaje de gasto público es mucho más elevado que en países como el Reino Unido, Suecia, Austria o Nueva Zelanda. ¿Cómo es posible que gastando tanto dinero y además tanto capital en relación al valor de la economía gringa, los niveles de salud estadounidenses sean menores al de la media de los países ricos? Honestamente no lo sé, pero ese no es mi objetivo en este texto.

Lo que quiero poner sobre la mesa es precisamente esta división pública que genera el debate cada vez que se presenta en EEUU. Que alguien lo considere antibíblico y, ergo, antiestadounidense me parece exagerado y digno de alguno de esos millones de fanáticos que viven -y a veces hasta gobiernan- a los Establos Unidos. Pero las posiciones contrarias al plan de seguridad social del presidente Obama no recurren a ese argumento en particular y, aún así, tienen millones de correligionarios. No me sorprende del todo.
Ya decía Max Weber que parte de la compleja relación entre capitalismo y protestantismo tiene que ver con el individualismo y la preminencia del esfuerzo personal como razón de vida sobre el de la vida en colectividad. Aunque digan "We the people" a mí me queda claro que su discurso más amado es el de "great nation, great people, great individuals". Y los estadounidenses reaccionan positivamente a las historias de éxito individual, sobre todo si vienen de Alabama en los 40's o del Bronx en los 80's. Todo ello me hace pensar que, en efecto, prefieren considerar al individuo no sólo como responsable de su propio éxito en la vida (y la palabra éxito es muy importante para ellos) sino como el único responsable de estar en las mejores condiciones para lograr ese éxito. Esas condiciones, claro está, giran en torno a la salud del individuo.
Para cualquier tercermundista acostumbrado a rascarse con sus propias uñas nada de esto parece impresionante. En cambio, para tercermundistas que aspiran a dejar de serlo, esto es un escándalo. Ningún país decente del otro lado del charco (y eso incluye a los europeos, pero también el Medio Oriente en sus años de gloria y al Norte de África) pone en duda la necesidad imperante de ofrecer a su población un sistema de salud de calidad (Rusia con Yelstin y las otras repúblicas exsoviéticas aturdidas por el sueño occidental eran países claramente indecentes). De este lado del charco, muchos países han luchado con cierto éxito para lograr que los sistemas de salud sean de primerísima calidad y que se conviertan en la prioridad del gobierno (¿alguien dijo Cuba?). Creo que si hiciéramos una votación en la que cada país dijera si prefiere un sistema público y bueno de salud o uno privado, quedaría claro que los gringos son los grandes perdedores... sobre todo porque están equivocados.
Y están equivocados porque la base misma del entendimiento humano es la confianza y la solidaridad. Sin esos dos elementos, creo, una sociedad está destinada al fracaso. La desconfianza ha destrozado sociedades como la francesa revolucionaria, la alemana prenazi y nazi, la mexicana pos"cambio" y tantas otras; la falta de solidaridad entre los individuos lleva a la inexistencia de la cooperación y del interés colectivo, lo que a la larga es terrible para la gran mayoría de la población que no puede sostenerse sobre su propio pie. Los estadounidenses que critican la idea de lograr un servicio de salud extensivo e intensivo, global y solidario, eficiente y justo, son, generalmente, individuos desconfiados y poco solidarios (y eso se vuelve evidente en su racismo, xenofobia o patriotismo desmesurado).
La pregunta entonces es si la salud de los individuos puede considerarse un bien público, una responsabilidad púlbica o un deber de cada persona. Yo pensaría en una respuesta que aglutine las dos primeras ideas, pero me temo que una buena parte de la población estadounidense piensa que se trata más bien de la tercera idea, o a lu sumo una mezcla de la primera y la tercera. El señor Obama tiene un gran interés por que esto cambie, ¿lo logrará?

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