viernes, 19 de junio de 2009

¡A las calles!

Es hermoso salir a las calles, reclamar, manifestarse, correr, gritar, reír... Cuando salen los policías la adrenalina se dispara y las emociones crecen, pero no necesariamente acaba bien la cosa: de hecho, casi siempre acaba mal.

Sin pretender hacer análisis alguno sobre lo que ha estado sucediendo en Irán en los últimos días (quizá lo haré en otra ocasión), tan sólo quiero manifestar mi solidaridad con los jóvenes en las calles y mi repudio al gobierno clerical de Khatami, Ahmadineyad y compañía.
Resulta ser que los ánimos de democracia, libertad y justicia han sido los motores más importantes de los manifestantes en Teherán, en su mayoría individuos que votaron por Mussavi, pero básicamente cualquier demócrata en Irán. Animarse a salir a las calles y gritar es bastante heroico, sobre todo en un país como Irán donde las libertades civiles no son necesariamente el pan de todos los días. Y la policía está ahí. dispara, disuelve, ataca, tortura y arresta. Y los manifestantes siguen ahí. Gritan, corren, se plantan, dignifican su lucha.
No importa que sean socialdemócratas, demócratas liberales, demócratas islámicos, demócratas conservadores, demócratas socialistas... importa que son demócratas y eso cuenta para mucho. No es la democracia gringa o europea la que desean (Obama, aunque ha dado ciertos mensajes de amistad, se ha visto lento en tomar una posición clara con respecto a la situación actual), sino una democracia nacional, sui generis, iraní. Recuerdan a Mossadeq y a los demócratas que, ilusoriamente, apoyaron a Khatami para derrocar al Sha.

Siendo así, vitoreo hurras para los camaradas en Irán que se manifiestan por el muy posiblemente trucado resultado electoral. Cierto, Irán no se hunde en la miseria (y seguramente el nivel medio de vida ha aumentado en los últimos años) y las calles de Teherán podrán rivalizar con las de Barcelona o Buenos Aires. Pero no deja de ser impresionante que un país donde las libertades políticas y civiles no son respetadas la gente salga a reclamarlas con tanta fuerza y decisión. Es una lección para la mediocre sociedad mexicana, quizá más libre que la iraní, pero sobre todo más apática, aferrada a conservadurismo idiotas y politiquerías insensatas e incapaz de movilizarse con firmezaen contra de sus autoridades (aunque la movilización poselectoral de 2006 es un ejemplo de que sí podemos, nomás que casi nunca queremos, y la bola de conservadores y liberales critican tales movilizaciones como populistas y que "impiden el libre tránsito").

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