Vuelvo tristemente a las andadas bloguísticas sin nada inteligente que decir. Sé que me perdí (o me estoy perdiendo) de todos los grandes sucesos del Medio Oriente, de tantas grillas y sombrerazos en la política mexicana y hasta del torneo de seis naciones de rugby. Sí, lo sé. Pero no los agobiaré con nada de eso... al menos no esta vez.
En ocasiones, el individuo se siente muy bien en un ambiente social determinado cuando da la apariencia de no encajar en él (pero, en el fondo, encaja a la perfección). Es un juego que busca crear ciertas percepciones en la gente, reafirmar otras y, sobre todo, elevar los niveles de autoestima. Estoy seguro que a todo mundo le pasa, pero quiero compartirles algunos ejemplos particulares que pueden ser o no buenas metáforas para las dos líneas que anteceden. Se trata de las correrías de su servilleta en un grupo selecto pero no sangrón (o sí sangrón pero también alegre): la banda de las carreras del Colmex. Quiero apuntar que, aunque lo que sigue son ejemplos de mi propia pedantería, tampoco se volvieron ritos cotidianos. Jamás "abusé" de ellos (si no es que usarlos una sóla vez ya es abusar) y quise siempre parecer más simpático que mamón; más ingenuo que cínico; más natural que pedante. Pero eso no siempre se logra.
- Es muy divertido ir por ahí diciendo que uno es casi proletario porque se sube al metro dos veces al día. Con unos aires de peatonismo insaciable, llegar al salón en la mañana y decir con finjida sorpresa, "¡¿Pero, cómo?! ¿A poco a estas horas hay tráfico sobre Periférico? No lo sé, lo siento, viajo por el subsuelo" se convierte en un recurso repetitivo... hasta que harta, sobre todo porque muy pronto es evidente que tu ruta en metro es tan plácida (linea verde, de Hidalgo pa'bajo) que jamás has tenido que empujar a nadie a las vías en Ciudad Azteca para conseguirte un asiento; a excepción de un episodio aislado, no sueles andar paranóico a la salida del metro Guelatao con miedo de que te entierren una antena de radio y te saquen los ocho varos que traías para el pesero.
-Se vuelve entoces común decir "¡no puede ser! cuando salimos los colmecas juntos después de clase los jueves o viernes por la tarde, parece que hay más carros que personas". En el fondo agradeces terriblemente que así sea porque siempre puedes gorrear un aventón de regreso a casa. Pero por mientras, decirlo es mamón.
-Es incluso simpático decir, meneando una copita de vino de algún brindis intelectualón del Colmex, "sí, verás, yo uso el pesero desde los diez años: mi madre me mandaba a pagar el recibo del agua al centro solito"... importa poco que en tu pueblo bicicletero si no te subiste al pesero antes de los doce eres un "quedado" (o un verdadero hijísimo de papi) y que definitivamente es nada inseguro que los niños viajen en autobús urbano. Eso sí, no dices de inmediato que eres provinciano y dejas que alguien diga, innecesariamente, que en el DF ninguna madre o padre en su sano juicio dejaría que su bodoque se subiera a la 9 en Pantitlán a las meras ocho de la mañana.
- Es siempre muy mamón dar a entender que uno es biligüe por azares del árbol genealógico y no porque sus padres desembolsaron alguna suma obscena en el Colegio turco-nepalí o el italo-brasileño del DF. Así, cuando algún profesor pregunta "¿Y salió usted del Liceo? ¿Si no cómo explica su porte hippioso coyoacanezco fresa?", lo mejor es responder muy indirectamente y sólo intentar corregir la -siempre- errada pronunciación del segundo apellido.
- "Aquí en el Colegio somos todos fresas, estamos en un ambiente burgués privilegiado y hacemos puras actividades de fresas". Decir algo así, aleatorio, despreocupado y con cierta desfachatez a la hora de la comida, después de que alguien se haya referido a ti como "el hippie mugroso, defensor de los pueblos en destreza y abrazaárboles", siempre puede provocar un "no manches, pero si tú no eres fresa; ¡fresa fulanito!". La respuesta siempre es "bueno, hay niveles, pero nadie es auténticamente pandroso ni chúntaro en el Colmex". Y entonces te regodeas con tu propia conciencia social de quinta y tu espíritu burgués liberal intelectual.
- "Sólo tres de no sé cuántos salimos de escuela pública". PEDANTE, sobre todo porque sabes que no tendrás que precisar que tu escuela pública era como el jamboree de todos los hijitos de los profes intelectualones de la Universidad local, que se codeaban además con la alcurnia cuevanense porque sus propias escuelas eran bastante mediocres. Algún día tus compañeros de la carrera se enteraron de que tu prepa era la mejor del estado (y no es ningún premio) porque le dedicaban todos los recursos universitarios... y quizá también porque los hijos "rebeldes" del gober en turno asistían a ella. Entonces eso de escuela pública está sobrevalorado: tú nunca tuviste que irte a la técnica 334 en la Morelos a defenderte a cuchillazos de algún abusivo que quería quitarte tu torta con un picahielos.
En una de esas aparecen más por el estilo, pero ya les toca a ustedes sacarlas a la luz--sobre todo a los demás colmecas--, y no sólo para que me balconéen reduro, sino para que cada quién haga un ejercicio de humilde introspección y se dé color de dónde están esas particularidades de la personalidad de cada quién que, buscando desentonar con el grupo, finalmente lo integran más y más a éste.
Espero que nadie piense que esto es mamonería pura. Son unas reflexiones de pesero que me hice el otro díay me dieron ganas de plasmarlas acá. En ningún caso diría yo que siempre actuaba así o que cuando lo hacía era explícitamente con ganas de ser sangrón. Y, además, lo considero chistoso.
En ocasiones, el individuo se siente muy bien en un ambiente social determinado cuando da la apariencia de no encajar en él (pero, en el fondo, encaja a la perfección). Es un juego que busca crear ciertas percepciones en la gente, reafirmar otras y, sobre todo, elevar los niveles de autoestima. Estoy seguro que a todo mundo le pasa, pero quiero compartirles algunos ejemplos particulares que pueden ser o no buenas metáforas para las dos líneas que anteceden. Se trata de las correrías de su servilleta en un grupo selecto pero no sangrón (o sí sangrón pero también alegre): la banda de las carreras del Colmex. Quiero apuntar que, aunque lo que sigue son ejemplos de mi propia pedantería, tampoco se volvieron ritos cotidianos. Jamás "abusé" de ellos (si no es que usarlos una sóla vez ya es abusar) y quise siempre parecer más simpático que mamón; más ingenuo que cínico; más natural que pedante. Pero eso no siempre se logra.
- Es muy divertido ir por ahí diciendo que uno es casi proletario porque se sube al metro dos veces al día. Con unos aires de peatonismo insaciable, llegar al salón en la mañana y decir con finjida sorpresa, "¡¿Pero, cómo?! ¿A poco a estas horas hay tráfico sobre Periférico? No lo sé, lo siento, viajo por el subsuelo" se convierte en un recurso repetitivo... hasta que harta, sobre todo porque muy pronto es evidente que tu ruta en metro es tan plácida (linea verde, de Hidalgo pa'bajo) que jamás has tenido que empujar a nadie a las vías en Ciudad Azteca para conseguirte un asiento; a excepción de un episodio aislado, no sueles andar paranóico a la salida del metro Guelatao con miedo de que te entierren una antena de radio y te saquen los ocho varos que traías para el pesero.
-Se vuelve entoces común decir "¡no puede ser! cuando salimos los colmecas juntos después de clase los jueves o viernes por la tarde, parece que hay más carros que personas". En el fondo agradeces terriblemente que así sea porque siempre puedes gorrear un aventón de regreso a casa. Pero por mientras, decirlo es mamón.
-Es incluso simpático decir, meneando una copita de vino de algún brindis intelectualón del Colmex, "sí, verás, yo uso el pesero desde los diez años: mi madre me mandaba a pagar el recibo del agua al centro solito"... importa poco que en tu pueblo bicicletero si no te subiste al pesero antes de los doce eres un "quedado" (o un verdadero hijísimo de papi) y que definitivamente es nada inseguro que los niños viajen en autobús urbano. Eso sí, no dices de inmediato que eres provinciano y dejas que alguien diga, innecesariamente, que en el DF ninguna madre o padre en su sano juicio dejaría que su bodoque se subiera a la 9 en Pantitlán a las meras ocho de la mañana.
- Es siempre muy mamón dar a entender que uno es biligüe por azares del árbol genealógico y no porque sus padres desembolsaron alguna suma obscena en el Colegio turco-nepalí o el italo-brasileño del DF. Así, cuando algún profesor pregunta "¿Y salió usted del Liceo? ¿Si no cómo explica su porte hippioso coyoacanezco fresa?", lo mejor es responder muy indirectamente y sólo intentar corregir la -siempre- errada pronunciación del segundo apellido.
- "Aquí en el Colegio somos todos fresas, estamos en un ambiente burgués privilegiado y hacemos puras actividades de fresas". Decir algo así, aleatorio, despreocupado y con cierta desfachatez a la hora de la comida, después de que alguien se haya referido a ti como "el hippie mugroso, defensor de los pueblos en destreza y abrazaárboles", siempre puede provocar un "no manches, pero si tú no eres fresa; ¡fresa fulanito!". La respuesta siempre es "bueno, hay niveles, pero nadie es auténticamente pandroso ni chúntaro en el Colmex". Y entonces te regodeas con tu propia conciencia social de quinta y tu espíritu burgués liberal intelectual.
- "Sólo tres de no sé cuántos salimos de escuela pública". PEDANTE, sobre todo porque sabes que no tendrás que precisar que tu escuela pública era como el jamboree de todos los hijitos de los profes intelectualones de la Universidad local, que se codeaban además con la alcurnia cuevanense porque sus propias escuelas eran bastante mediocres. Algún día tus compañeros de la carrera se enteraron de que tu prepa era la mejor del estado (y no es ningún premio) porque le dedicaban todos los recursos universitarios... y quizá también porque los hijos "rebeldes" del gober en turno asistían a ella. Entonces eso de escuela pública está sobrevalorado: tú nunca tuviste que irte a la técnica 334 en la Morelos a defenderte a cuchillazos de algún abusivo que quería quitarte tu torta con un picahielos.
En una de esas aparecen más por el estilo, pero ya les toca a ustedes sacarlas a la luz--sobre todo a los demás colmecas--, y no sólo para que me balconéen reduro, sino para que cada quién haga un ejercicio de humilde introspección y se dé color de dónde están esas particularidades de la personalidad de cada quién que, buscando desentonar con el grupo, finalmente lo integran más y más a éste.
Espero que nadie piense que esto es mamonería pura. Son unas reflexiones de pesero que me hice el otro díay me dieron ganas de plasmarlas acá. En ningún caso diría yo que siempre actuaba así o que cuando lo hacía era explícitamente con ganas de ser sangrón. Y, además, lo considero chistoso.
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