sábado, 30 de mayo de 2009

Si negociamos, todos ganamos

O todos perdemos.

Lo más irónico de la democracia es que hay perdedores. Sí, ya lo sé, algunos de ustedes dirán que justamente eso es la democracia: la tiranía de las mayorías; el respeto a la voluntad del pueblo (de la mayoría de éste, claro); la posibilidad de elegir, ser elegido, opinar y actuar con respecto al poder (si uno tiene los medios) y que prevalezca la opinión de un grupo, de una mayoría o de un individuo sobre la de otros.
Lo cierto es que la democracia parte de una premisa falsa. Se entiende democracia como la no imposición, como la existencia de negociaciones que permiten que los actores políticos lleguen a acuerdos productivos. Si es así, entonces, ¿por qué no vemos en los gabinetes de los sistemas presidenciales a individuos que representen a los demás partidos políticos? ¿Por qué en los gobiernos parlamentarios las coaliciones se quiebran con tanta facilidad (Italia, entre 1945 y 2005 tuvo 47 gobiernos federales)? Evidentemente, estas cuestiones son muy generales y nada acertadas al momento de analizar caso por caso. Pero lo que subyace, en el fondo, es la idea de que se impone el partido político o el individuo que gana las elecciones. Esta victoria puede representar a la mayoría de la ciudadanía; puede representarla y además agregar en el gobierno a otras minorías derrotadas; puede, incluso, representar a una minoría y NO integrar en el gobierno a las fuerzas políticas relegadas; puede también representar a esta minoría pero bajo el acuerdo previo de que otros grupos políticos estarán dentro.

1 y 2) Hay elecciones y un partido político gana con más de 50% de los votos. No importa que se trate de un sistema presidencialista, semipresidencialista o parlamentario. El punto es que ese candidato o ese partido que recibió más de la mitad de los sufragios es, en principio, representante de la mayor parte de la ciudadanía. Sucedió con Barack Obama en noviembre pasado. Sucede en las segundas vueltas electorales de países como Francia, Ucrania, Brasil, Chile... Ha sucedido en otras ocasiones en parlamentarismos como el británico y el sueco. En países como EEUU, nada obliga al ganador a integrar en su gabinete a individuos del partido opositor. Para eso están los escaños del poder legislativo, para nivelar y controlar al poder ejecutivo. En países parlamentarios si un partido consigue más de la mitad de los votos (o, en forma más tangible, más de la mitad de los escaños parlamentarios) puede organizar el gobierno a su voluntad sin recurrir a los demás partidos políticos. Algunos hacen alianzas aunque no las necesiten con tal de legitimar todavía más su fuerza nacional (como en la India en algunas ocasiones). Pero lo anterior no implica que realmente se trate de gobiernos de unidad nacional. De hecho, debemos partir de la idea de que las democracias no forman, per se, gobiernos de unidad nacionales: no son capaces de unificar intereses políticos concretos de tal suerte que deje de haber diferencias entre partidos políticos y que puedan ponerse de acuerdo en relación a los temas relevantes de la política nacional. Si fuera así, entonces no hablaríamos de democracias, sino de autoritarismos. Y tampoco se trata de eso.
3 y 4) En los sistemas electorales parlamentarios, el partido que más votos gana pero que no alcanza la mayoría, debe, obligatoriamente, ligarse con otro partido y organizar un gobierno de coalición. Es el caso de la gran mayoría de parlamentos pluripartidistas (Países Bajos, Alemania, Bélgica, Israel, Líbano). En los presidencialismos que no incluyen segunda vuelta electoral (como el mexicano), no importa que haya 445 candidatos y que el primer lugar saque 1% de la votación: con tal de que sea el candidato con más votos a favor, gana las elecciones. Y no sólo es presidente, sino que tiene la prerrogativa de organizar un gabinete con toda su gente sin necesidad de recurrir a otros partidos políticos. La situación no es así de burda, pero piensen que si el chaparro "ganó" con 35% de los votos, significa que tiene 65% de votantes en la oposición que NO están representados en el poder ejecutivo. Y no sólo: 35% de los 42 millones de electores del 2 de julio implica que sólo 14.7 millones de mexicanos votó por él. Contando a los menores de edad, significa que sólo el 13.5% de la población eligió al presidente. Contando al padrón completo, sólo 20.5 % de éste votó por el enano. Conclusión, no hay gobierno de mayorías (y todavía hay gente que propone se eliminen los diputados plurinominales). La segunda vuelta electoral no resuelve de fondo el problema porque obliga a mucha gente a votar por uno de dos candidatos cuando al inicio había votado por otro candidato con el que sentía mayor afinidad (es como los comunistas franceses que acaban votando por la tibieza del PS). Pero en la forma sí se garantiza que el gobierno electo sea una representación mayor de la ciudadanía. Y, además, se puede pensar en reformas políticas que incluyan, en sistemas presidencialistas, a la oposición en el ejecutivo.



Como vimos, además de que la democracia no es gobierno de la mayoría o de la unanimidad, tampoco es gobierno del "pueblo". Esa expresión, comúnmente utilizada en el léxico revolucionario de izquierda, no tiene lugar en la democracia. El principio liberal-occidental de democracia no se entiende sin la preminencia de representantes, mediadores, individuos que toman para sí las responsabilidades políticas de la sociedad y las exponen en los foros políticos. Benjamin Constant, en 1823, escribía que esa era la nueva libertad de los modernos: es decir, que los ciudadanos pudieran ocuparse de cualquier otra cosa (trabajar, buscar desesperadamente algo de alimento, ligarse a una chica, echarse un oporto o irse de cacería) y no tener que estar todo el tiempo al tanto de la política. Esto por dos razones: La primera, porque la política pública al estilo ateniense demandaba cierta igualdad entre todos los participantes y para los griegos era muy fácil decir que ni esclavos ni mujeres eran iguales. En el siglo XIX (y hoy día) las desigualdades de fondo (aunque no las legales) son tales que, bajo ese argumento, no todo mundo participa en política porque no todos pueden. La segunda razón es que la política ahora es más compleja y se necesita de individuos que puedan conocerla a fondo para dedicarse a ella y tomar las decisiones pertinentes, y no que cualquier hijo de vecino se pronuncie sobre el futuro de los planes macroeconómicos de desarrollo. (Bajo la misma premisa, John S. Mill hablaba del voto censatario no como resultado de la propiedad que poseía un individuo, sino al grado de educación que tenía. Así, para votar uno tendría que hacer un examen y demostrar que es un ciudadano suficientemente preparado para votar).

En México he escuchado argumentos como el siguiente. "¿Porqué mi voto por el PRD, el voto de un estudiante universitario preparado y consciente, debe valer lo mismo que el voto de un pobre obrero tapatío que desde el púlpito fue arrastrado por un pinche cura a votar por el PAN?" Las variantes de tales argumentos son infinitas, pero es importante notar que hay un sentimiento compartido de que la democracia no debe funcionar como cosa de iguales. Uno puede discutir durante horas la importancia de que todos los ciudadanos voten en referendums y demás para tomar decisiones tales como la privatización de PEMEX, la nueva ley de extensión de dominio, las medidas para combatir al narco... Muchos coincidirán en que eso no es competencia del total de la ciudadanía sino de unos pocos que fueron elegidos por ésta y que hoy están en la cima del poder.
¿Es justo? ¿Es eficiente? Es imposible responder con sobriedad a ambas preguntas. No es justo porque entonces no es democrático, pero sí es justo para evitar que asesinos, criminales y narcos decidan qué hacer para combatir... al narco. Es eficiente en la medida en los políticos se toman en serio su trabajo de representantes y toman las decisiones que consideran pertinentes. No es eficiente cuado pensamos en el zoológico que es nuestro congreso y en la imbecilidad de nuestros políticos.

Bueno, quizá divagué más de lo que respondí al primer cuestionamiento. En el fondo, lo que quiero decir es que no debemos idealizar a la democracia contemporánea como el gobierno de las mayorías o como el gobierno del pueblo para el pueblo. Los liberales argumentan que las responsabilidades de la democracia terminan en el plano electoral y en la libertad de expresión, y que lo demás le toca resolverlo al mercado. Yo estoy profundamente en contra de eso: para mí la democracia es completamente inútil si no funciona como sistema político, social y económico que realmente destruya las desigualdades socioeconómicas y deje fuera de todo esto al maldito libre mercado. Evidentemente, la etrna pregunta es qué entendemos y qué esperamos de la democracia. La respuesta varía según cada individuo. Lo básico es que ningún sistema político actual que se diga democrático es un gobierno del total de la ciudadanía (y muchas veces no lo es siquiera de la mayoría). Esto es, hay una enorme contradicción entre el discurso democrático actual y su práctica. Esa contradicción se salva cuando la democracia cambia de significado.

domingo, 17 de mayo de 2009

¿Quién eres?

¿Defiendes la justicia? No, no soporto la justicia divina.
¿Defiendes la tolerancia? No. Soy intolerante ante la intolerancia.
¿Defiendes la libertad? No, estoy en contra de la libertad de mercado.
¿Defiendes al individuo? No acepto al individualismo como filosofía única.
¿Defiendes la moral? No, no soporto la doble moral.
¿Defiendes la amoralidad? Imposible, sería como justificar cualquier crimen.
¿Defiendes la igualdad? No. No seríamos humanos.
¿Defiendes el desarrollo? No, no creo en el desarrollo emprendedor.
¿Defiendes a la paz? No cuando es sinónimo de inacción.
¿Defiendes el libre albedrío? No. Siempre hay quien se pasa de listo.
¿Defiendes la ciencia? No, porque gracias a ella hay bombas atómicas.
¿Defiendes a Dios? Dios es indefendible; no existe.
¿Defiendes al arte? No, siempre hay especuladores, mecenas y cazadores de fortunas.
¿Defiendes al medio ambiente? No. Si lo defendemos condenamos a la pobreza a millones.
¿Defiendes a los animales? No porque defenderlos significa cegarse ante la miseria humana.
¿Defiendes al que es diferente? No si no me escucha.
¿Defiendes al progreso? No, el progreso atenta contra el desarrollo sustentable.
¿Defiendes la vida? No si la vida empieza con la concepción.
¿Defiendes la libertad de cátedra? No, cualquier pendejo puede enseñar cualquier cosa.
¿Defiendes a la mujer? No, no defiendo a Thatcher, Rice, Meier, Gordillo...
¿Defiendes al hombre? No, no defiendo a Bush, Salinas, Reagan, Mubutu...

¿Defiendes a tu herman@? Sí.
¿Defiendes a la humanidad? Sí.
¿Defiendes al amor? Sí.
¿Defiendes a la felicidad? Sí.

¿Quién eres? No lo sé. Soy un individuo confundido, un sujeto que matiza, reflexiona, juzga, moraliza, prefiere, define, clasifica.... soy un ser humano.

miércoles, 6 de mayo de 2009

¿Qué tienen en común un mexicano, un turco y un Tailandés?

En principio, nada. A no ser que todos son países "en vías de industrialización", pobres no tan pobres y ricos muy pobres, estos tres países no parecen tener gran cosa en común. Tailandia y Turquía nunca fueron colonizados por alguna potencia exterior (Turquía era una potencia "exterior" para palestinos, sirios, egipcios y armenios); México, sí. México y Turquía son repúblicas laicas; Tailanda es una monarquía con un conjunto de leyes de leza majestad bastante cuestionables. Claro, todos estos países son miembros del mundo globalizado, de los intercambios comerciales y financieros cotidianos, de la ONU, de la FIFA... hoy día todos los países del Mundo, desde Bulgaria hasta Buthán, tienen algo en común.

Ese no es el punto. Quisiera que habláramos un poco de las poblaciones urbanas en el Mundo. No importa qué tanto tengan en común países como estos en términos nacionales o políticos. Lo que me importa es lo que tienen en común algunos de los sectores de su población que intentaré caracterizar como clases medias mundiales. Me explico. Para algunas instituciones financieras internacionales un sujeto o una familia corresponden a la clase media nacional cuando pueden destinar más de una tercera parte de su ingreso a actividades y consumos que trascienden las necesidades básicas de alimento, techo y vestido. Es una definición muy burda y simplista, pero es la que se utiliza para medir los avances o retrocesos en materia de combate a la pobreza entre estos círculos institucionales del capitalismo liberal moderno. Como podrán haberlo pensado, esto no tiene mucha comparación entre países. El nivel de ingreso y el costo de la vida en Gran Bretaña implica que alguien que sea clase media nacional (con un ingreso 33% más alto de lo que necesita para su sustento básico) sea mucho más rico en términos del costo de la vida en Mozambique. El caso es que son definiciones poco claras y poco útiles para comparar niveles de riqueza, consumo, ingreso y bienestar entre países.
Por su parte, las clases medias mundiales son aquellas que empatan sus modos de vida con los de otras clases medias mundiales. Se trata de individuos y familias que comparten ciertos patrones de consumo, de ocio, educación, de trabajo y de desarrollo integral. Difícilmente son considerados clases medias en los países más pobres del Mundo: imaginen Lesotho, un país paupérrimo del Sur de África en el que aquéllos que buscan niveles de vida similares a los de la media europea necesitan no sólo de grandes ingresos sino de posiciones laborales/sociales mucho más elevadas (son políticos o empresarios, por ejemplo), lo cual implica que, en la descripción de clase media como pequeña burguesía, estos sectores no caben.
En países de ingreso medio como los tres del título estas clases medias pueden seguir siéndolo pero sí gozan de un ingreso mucho mayor al de la media nacional. En términos nacionales (por ejemplo, en México), estos sectores son las "clases medias altas". Se trata de personas con facilidades tales como viajes, casa y carro, educación universitaria, empleo estable (profesiones liberales o en universidades, gobierno, empresas bien enraizadas) y que participan en actividades sociales, políticas y económicas que en ocasiones pueden ser semejantes a las de las clases altas o al de otras clases medias. Por un lado, conciertos, vacaciones en Cancún, o en Europa, librerías fresas de Quevedo, carros europeos (calma, pueden ser "baratos" como los franceses), vinos, parmesano y aceite de oliva en la mesa. Por el otro, sus familias pueden ser todavía más tradicionales, de la Escandón o de Portales, de Colima o de Hidalgo, puede ser que todavía compren en mercados de barrio, que asistan a mítines políticos de "la chusma" o que viajen a Ixtapa, Oaxtepec o Morelia. Como es obvio mis ejemplos son mexicanos porque no sé dónde vacacionen los intelectuales de Istambul o de Bangok, sólo asumo que pueden ser patrones similares por los niveles de ingreso y de desarrollo (wathever it means) que estos países comparten.
En los países ricos queda clara su condición de clases medias (desde bajas hasta altas). Los jóvenes son mochileros, juegan videojuegos, hacen voluntariado, se enrolan en las filas de las transnacionales; los grandes trabajan en ONG's, Bancos, Universidades, gobiernos, empresas... En los países ricos los ricos son muy ricos (imaginen la escena típica de la aristocracia británica en Gloucestershire, monóculo, tenis y caballos) y muy evidentes; los pobres son los que se confunden, en ocasiones, con las clases medias (y si comparáramos sus niveles de ingreso con los de países como México o Turquía, entonces sí serían clases medias).
En suma, estas clases medias mundiales están mucho más relacionadas entre si que con otras clases de sus propias sociedades locales. Pese a que sus integrantes pueden ser muy distintos en términos de gustos, intereses, ideas, posición política, consumo, ocio, educación y perspectivas del futuro, por lo general una chava de la clase media mundial de Bucarest que va a la universidad y ha viajado un par de veces a Alemania o Italia puede, sin problemas, relacionarse con un chavo de Buenos Aires que haga más o menos lo mismo. Los medios de comunicación son similares, los temas de conversación surgen sin mayor problema. En general se trata de gente con gran facilidad para entablar relaciones y contactos, con cierta avidez de descubrir y conocer algo nuevo. Ese algo, mientras más mundial, más interesante. Ya hablaba yo de la mundialidad globalifóbica y de la relevacia que tiene el contacto globalizado entre individuos para criticar las perversidades de esa globalización.
Entonces, ¿qué tienen en común un mexicano, un tailandés y un turco? Pues depende. Si se trata de sujetos urbanos de clase media mundial, tienen muchísimo en común. Actividades, intereses, facilidad para opinar, para formarse un criterio y entablar contactos y relaciones. Si se trata de sujetos de la clase alta, empresarial y política, no me extrañaría que fueran altaneros, soberbios y consumistas sin escrúpulos. Si fueran campesinos, obreros o, en general, clases bajas urbanas, difícilmente tendrían algo en común (además de su miseria y sus precarios niveles de vida): difícilmente han tenido contactos con gente de otros países y de otros medios, difícilemente podrían ellos mismos viajar, entrar en contacto con los medios más globalizados de comunicación. Es, claramente, resultado de las perversidades del Mundo contemporáneo y su sistema falsamente globalizado. Esta clase media mundial, que no deja de ser muy reducida, es una de las beneficiadas, sin duda. Pero la gran mayoría de la población ha empobrecido y se ha aislado cada vez más de ese mundo exterior, porque los contactos que tiene son más bien etéreos: cine, football y consumo.

Para terminar, sólo quiero aclarar que no es mi objetivo defender a muerte a esta clase media mundial como una especie de clase consciente, sensibilizada y con potencial de cambio. Aunque sí creo que muchos de sus individuos tienen esas posibilidades, no debemos dejar de evidenciar que dentro de esas clases medias mundiales también hay muchos individualistas, sin escrúpulos, demasiado liberales y muy dirigidos a sus intereses propios: consumistas empedernidos con aspiraciones de riqueza más que de desarrollo global; sujetos obsesionados con la acumulación de riquezas y escalar en la pirámide de los estatus sociales. Sí creo que de forma muy general estas cosas se pueden politizar entre izquierda y derecha. Hay clases medias mundiales muy de derecha, tanto en términos sociales (conservadores) como políticos (demasiado liberales). Pero también, como decía antes, están los de izquierda, los mundializados globalifóbicos, los que critican al sistema (a la vez que siguen -seguimos- participando en sus vicios), los que hablan de justicia social, de reparto equitativo de la riqueza, de derechos humanos...
En fin. Esto se ha convertido en un tema que comienza a apasionarme, aunque lo único que hago es especular al respecto.