Soy un ausentista, un faltista. Llevo casi tres meses fuera de México (tiempo que equivale a la inactividad en este Blog) y tres meses de cambios de rutina (o, más bien, de ausencia de una... hasta ahora). La rutina es lo que me permitía darle seguimiento a este espacio y poder alimentarlo. Eso pienso yo (y en inglés le dicen wishfull thinking). Lo cierto es que no tengo pretexto alguno (pero tampoco necesidad de tener uno) para justificar que no haya nada nuevo acá. De todos modos ustedes son pocos lectores y yo no correspondo como debe ser, olvidando con frecuencia leer los blogs de ustedes. En fin.
Pero basta de cháchara barata. Estoy en una ciudad lejana y a la vez muy cercana, conocida y sorprendente. La mejor de las sorpresas no es la excesiva disimilitud entre Berlín y el DF (de hecho no hay tal cosa entre ningún par de grandes ciudades hoy día) sino quizá sus coincidencias y una que otra diferencia notable, pero no extrema. Me explico. Aquellos que tenemos la suerte de poder viajar y de pasar temporadas importantes en lugares distintos al de siempre tenemos la mala costumbre de encontrarnos con cierta facilidad en casi cualquier lugar del Mundo. No, el Mundo no es un pañuelo, no es pequeño. Sucede que los que podemos usar esa expresión barata somos muy pocos, y como nos la pasamos dando vueltas y conociendo gente podemos darnos el lujo de decir esas cosas. Esa es quizá la parte más aburrida y ala vez más sencilla de mi estancia acá: el grupo de jóvenes que compartimos clases de alemán en la universidad es casi homogéneo. Todos somos universitarios, todos hemos viajado, todos hablamos algunos idiomas más, todos usamos facebook, leemos los mismos libros y vemos las mismas películas; todos disfrutamos de actividades similares y tenemos temas de conversación casi predecibles. La variedad se limita a la nacionalidad y a la lengua madre, variedad que no es ningún obstáculo. Ya he escrito cosas sobre estos grupos afortunados del mundo y no voy a alargarme. Simplemente es la pequeña realidad del grupo al que ahora "pertenezco".
Pero Berlín es más interesante que eso. Voy a platicarles las actividades del día viernes 12 de los corrientes y reflexionaré al respecto.
Ese día, después de clases, fuimos en grupo a conocer una antigua prisión política de la Stasi, policía secreta de la República Democrática Alemana. La Stasi, que contaba con cientos de miles de empleados de forma directa o indirecta, estaba infiltrada en casi todos los rincones de la vida diaria de 15 millones de alemanes. No era 1984 de Orwell (libro que por cierto estaba prohibido), pero tampoco era el paraíso comunista. Dictadura era y prisioneros políticos había. Lo interesante, más allá del repaso histórico de la situación, del recuerdo de las víctimas del autoritarismo y de la reconstrucción de un programa alemán común, es la argumentación actual que circula un poco por todos lados respecto a ese pasado comunista (en la acepción soviética del término). Resulta interesante partir de la siguiente frase muy simple: en la RDA quizá no había plátanosy kiwis todos los días para el desayuno (tampoco en la RFA, o al menos no para todos); pero sí había manzanas para todos; sí había carros, departamentos bonitos, música, teatro, buena vida, trabajo, educación y salud. Lo grave, lo que no tenemos derecho a olvidar o a despreciar, es que no había libertad elemental (opinión, prensa, asociación) y que, en segundo lugar, no había democracia. Paréntesis: yo considero a la democracia algo fundamental, pero me niego a relacionarla con el capitalismo.
Bien. Este tipo de reflexiones acertadas evidencian lo siguiente: 1) No podemos quedarnos con la historia de los vencedores: la derecha alemana y europea y gringa no dejan de alardear sobre la derrota del comunismo, la liberación del Este y la enseñanza democrática y librecambista. Según sus interpretaciones, las oposiciones de la Guerra Fría eran comunismo vs democracia, liberad vs esclavitud y moral de hierro vs espíritus libres. Nada más exagerado. Primero que nada, la democracia era sólo un aderezo, un escaparate. ¿Por qué Occidente no puede decir, simplemente, que la diferencia era entre comunismo y capitalismo? ¿Qué necesidad hay de obviar esa fea palabra?
2) La población no fue "liberada" por Occidente. En muchos casos se liberó sola (como en Hungría o en Rumania), y cuando tuvo problemas y luego sangrientos obstáculos (Hungría 56, Checoslovaquia 68), Occidente cerró los ojos. Incluso en Alemania, donde había un gran empuje desde Alemania del Oeste para la reintegración, el Muro lo tiraron los alemanes del Este.
3) Para la izquierda europea, para la alemana en este caso, no es impensable hablar todavía de socialismo y democracia. Muy al contrario, los excesos del capitalismo vuelven evidentes las posibilidades socialistas. Incluso en 1989-90, cuando el Muro cayó, muchos alemanes del Este plantearon la posibilidad de construir un nuevo sistema socialista y democrático (no confundan esto con la tibia socialdemocracia, por favor); hoy día, el partido de izquierda alemán sigue cosechando muchos votos en el Este.
Así, ¿qué importancia tiene el recuerdo y la memoria de espacios como esta cárcel política de la Stasi? Enorme. No tenemos derecho a olvidar la tortura y la represión política. Tampoco podemos congratularnos por haber "ganado" algo. Falta muchísimo.
Y hay quienes se han dado cuenta de ello. Ese mismo día, después de la visita a la prisión, fui con mis coinquilinos a una obra de teatro (de la que comprendí muy poco, lástima de alemán que hablo) en una "casa proyecto". Lo interesante de la casa proyecto es que funciona un poco como comuna y mucho como foro cultural y político crítico. Hay unos 30 ó 40 departamentos en ese edificio, todos muy chingones, en los que viven varias personas interesadas en colaborar con distintos proyectos. Cuando digo que es un poco una comuna me refiero a un modo de vida que no es 100% colectivo: hay cenas y desayunos en grande para los habitantes, compras en común para algunas cosas y, por supuesto, un mantenimiento colectivo del edificio. Pero no es una vida continua e ininterrumpida en el grupo. Cada quién vive en su departamento y hace lo que quiere. Lo interesante, insisto, es el trabajo en los proyectos.
Políticamente, estos proyectos son diversos. Hay planes de ayuda a organizaciones migrantes, por ejemplo, pero también es un foro para grupos antifascistas, punks y anarcos que critican profundamente (a veces incluso violentamente) al sistema.
Este gran grupo, esta colectividad, está unida justamente por un pensamiento político claramente de izquierda y también sensibilizado y responsable. No es la borrachera cotidiana bajo la bandera del "alternativismo", la crítica y el desorden; es la discusión, la reflexión y el intercambio en pos de un proyecto, una propuesta.
Todo ello resultó interesante justamente por tratarse de un elemento organizado y eficaz de crítica y oposición a lo establecido, pero también opuesto al desorden irracional, por ejemplo.
Berlín ofrece cosas así y mucho más. Lo interesante, poco a poco, es poder compararlas con lo que se hace en México. Lástima que la primavera venga con retraso: estamos a 14 de marzo y, mientras escribo esto, veo nevar.
Pero basta de cháchara barata. Estoy en una ciudad lejana y a la vez muy cercana, conocida y sorprendente. La mejor de las sorpresas no es la excesiva disimilitud entre Berlín y el DF (de hecho no hay tal cosa entre ningún par de grandes ciudades hoy día) sino quizá sus coincidencias y una que otra diferencia notable, pero no extrema. Me explico. Aquellos que tenemos la suerte de poder viajar y de pasar temporadas importantes en lugares distintos al de siempre tenemos la mala costumbre de encontrarnos con cierta facilidad en casi cualquier lugar del Mundo. No, el Mundo no es un pañuelo, no es pequeño. Sucede que los que podemos usar esa expresión barata somos muy pocos, y como nos la pasamos dando vueltas y conociendo gente podemos darnos el lujo de decir esas cosas. Esa es quizá la parte más aburrida y ala vez más sencilla de mi estancia acá: el grupo de jóvenes que compartimos clases de alemán en la universidad es casi homogéneo. Todos somos universitarios, todos hemos viajado, todos hablamos algunos idiomas más, todos usamos facebook, leemos los mismos libros y vemos las mismas películas; todos disfrutamos de actividades similares y tenemos temas de conversación casi predecibles. La variedad se limita a la nacionalidad y a la lengua madre, variedad que no es ningún obstáculo. Ya he escrito cosas sobre estos grupos afortunados del mundo y no voy a alargarme. Simplemente es la pequeña realidad del grupo al que ahora "pertenezco".
Pero Berlín es más interesante que eso. Voy a platicarles las actividades del día viernes 12 de los corrientes y reflexionaré al respecto.
Ese día, después de clases, fuimos en grupo a conocer una antigua prisión política de la Stasi, policía secreta de la República Democrática Alemana. La Stasi, que contaba con cientos de miles de empleados de forma directa o indirecta, estaba infiltrada en casi todos los rincones de la vida diaria de 15 millones de alemanes. No era 1984 de Orwell (libro que por cierto estaba prohibido), pero tampoco era el paraíso comunista. Dictadura era y prisioneros políticos había. Lo interesante, más allá del repaso histórico de la situación, del recuerdo de las víctimas del autoritarismo y de la reconstrucción de un programa alemán común, es la argumentación actual que circula un poco por todos lados respecto a ese pasado comunista (en la acepción soviética del término). Resulta interesante partir de la siguiente frase muy simple: en la RDA quizá no había plátanosy kiwis todos los días para el desayuno (tampoco en la RFA, o al menos no para todos); pero sí había manzanas para todos; sí había carros, departamentos bonitos, música, teatro, buena vida, trabajo, educación y salud. Lo grave, lo que no tenemos derecho a olvidar o a despreciar, es que no había libertad elemental (opinión, prensa, asociación) y que, en segundo lugar, no había democracia. Paréntesis: yo considero a la democracia algo fundamental, pero me niego a relacionarla con el capitalismo.
Bien. Este tipo de reflexiones acertadas evidencian lo siguiente: 1) No podemos quedarnos con la historia de los vencedores: la derecha alemana y europea y gringa no dejan de alardear sobre la derrota del comunismo, la liberación del Este y la enseñanza democrática y librecambista. Según sus interpretaciones, las oposiciones de la Guerra Fría eran comunismo vs democracia, liberad vs esclavitud y moral de hierro vs espíritus libres. Nada más exagerado. Primero que nada, la democracia era sólo un aderezo, un escaparate. ¿Por qué Occidente no puede decir, simplemente, que la diferencia era entre comunismo y capitalismo? ¿Qué necesidad hay de obviar esa fea palabra?
2) La población no fue "liberada" por Occidente. En muchos casos se liberó sola (como en Hungría o en Rumania), y cuando tuvo problemas y luego sangrientos obstáculos (Hungría 56, Checoslovaquia 68), Occidente cerró los ojos. Incluso en Alemania, donde había un gran empuje desde Alemania del Oeste para la reintegración, el Muro lo tiraron los alemanes del Este.
3) Para la izquierda europea, para la alemana en este caso, no es impensable hablar todavía de socialismo y democracia. Muy al contrario, los excesos del capitalismo vuelven evidentes las posibilidades socialistas. Incluso en 1989-90, cuando el Muro cayó, muchos alemanes del Este plantearon la posibilidad de construir un nuevo sistema socialista y democrático (no confundan esto con la tibia socialdemocracia, por favor); hoy día, el partido de izquierda alemán sigue cosechando muchos votos en el Este.
Así, ¿qué importancia tiene el recuerdo y la memoria de espacios como esta cárcel política de la Stasi? Enorme. No tenemos derecho a olvidar la tortura y la represión política. Tampoco podemos congratularnos por haber "ganado" algo. Falta muchísimo.
Y hay quienes se han dado cuenta de ello. Ese mismo día, después de la visita a la prisión, fui con mis coinquilinos a una obra de teatro (de la que comprendí muy poco, lástima de alemán que hablo) en una "casa proyecto". Lo interesante de la casa proyecto es que funciona un poco como comuna y mucho como foro cultural y político crítico. Hay unos 30 ó 40 departamentos en ese edificio, todos muy chingones, en los que viven varias personas interesadas en colaborar con distintos proyectos. Cuando digo que es un poco una comuna me refiero a un modo de vida que no es 100% colectivo: hay cenas y desayunos en grande para los habitantes, compras en común para algunas cosas y, por supuesto, un mantenimiento colectivo del edificio. Pero no es una vida continua e ininterrumpida en el grupo. Cada quién vive en su departamento y hace lo que quiere. Lo interesante, insisto, es el trabajo en los proyectos.
Políticamente, estos proyectos son diversos. Hay planes de ayuda a organizaciones migrantes, por ejemplo, pero también es un foro para grupos antifascistas, punks y anarcos que critican profundamente (a veces incluso violentamente) al sistema.
Este gran grupo, esta colectividad, está unida justamente por un pensamiento político claramente de izquierda y también sensibilizado y responsable. No es la borrachera cotidiana bajo la bandera del "alternativismo", la crítica y el desorden; es la discusión, la reflexión y el intercambio en pos de un proyecto, una propuesta.
Todo ello resultó interesante justamente por tratarse de un elemento organizado y eficaz de crítica y oposición a lo establecido, pero también opuesto al desorden irracional, por ejemplo.
Berlín ofrece cosas así y mucho más. Lo interesante, poco a poco, es poder compararlas con lo que se hace en México. Lástima que la primavera venga con retraso: estamos a 14 de marzo y, mientras escribo esto, veo nevar.
1 comentario:
De verdad, mi estimado, te leo y no dejo de pensar en todas las pláticas que deberemos tener a tu regreso. Me emociona como no tienes idea saber que ahora mismo andas por esas tierras, viviendo y experimentando lo que tiene Berlín para ofrecer. Aprendiendo, comparando, reflexionando. Genial que hayas regresado a postear. Un abrazo fuerte.
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