En el colmo de la ironía, la
estrategia política y discursiva de la izquierda mexicana es una de conservación
de lo existente (conservadora?), y esto es muy evidente en la discusión en
torno al petróleo. Ni en la práctica ni en el discurso se habla ni se hace nada
al respecto de la evidente privatización del petróleo que ocurre desde hace décadas.
En primer lugar, la política cardenista del 38 no rompió con las estructuras
capitalistas de la producción y la comercialización del petróleo en México: dio
un giro estatista, de centroizquierda, que mantuvo vivo un aparato discursivo
progresista. Pero estatizar o nacionalizar no es sinónimo de socializar, y los
recursos naturales en México, ni legal ni prácticamente, jamás han sido
socializados. En segundo lugar, el esquema bajo el que funciona la producción petrolera
en el país, y las condiciones con las cuales se crea, acumula y distribuye la
ganancia, tiene, desde hace varias décadas, más elementos privados que públicos,
y prácticamente ningún elemento social.
a)
Un sindicato corrupto y desligado de cualquier
proyecto productivo en donde el control efectivo de la producción y la ganancia
resida en los trabajadores de PEMEX –ni se diga en “el pueblo” mexicano. Con el
liderazgo más opaco y despolitizado –que no desligado del aparato político- de
la historia de la galaxia, el sindicato de petroleros actúa bajo esquemas de privatización
de las ganancias derivadas de la producción, y esto es indefendible.
b)
Una burocracia nacional tecnócrata e igualmente
desvinculada de los procesos productivos, que ha succionado sistemáticamente la
plusvalía petrolera y, bajo el cada vez más falso argumento de distribuirla, se
ha enriquecido, lo cual es otro elemento del carácter privado de la PEMEX de
las últimas décadas.
c)
La privatización ‘formal’ de apéndices de
PEMEX, como MEXLUB en los 90s.
d)
La participación de PEMEX como “empresa pública”
en un mercado internacional que nadie dudaría en adjetivarlo de capitalista. La
compleja forma en que operan estos mercados mundiales me es casi desconocida,
pero sé lo suficiente para sugerir que las ganancias que se generan mediante
los diversos intercambios financieros, tecnológicos y productivos terminan
frecuentemente en manos privadas (incluso en fondos de inversión gestionados
directamente por PEMEX, pero cuyos réditos jamás serán distribuidos).
e)
Obviamente, como punto a resaltar, el hecho de
que las gasolineras operan de jure y de facto como órganos privados de la comercialización
y distribución de la gasolina. Todos queremos defender al petróleo del pueblo
mexicano con la vida, pero no nos detenemos a pensar que cada vez que compramos
gasolina enriquecemos directamente a algún inversionista privado.
f)
Todo tipo de contratos (de riesgo o como
quieran llamarlos) que han existido desde el inicio de la historia de PEMEX.
Nos cortamos las venas porque estos contratos existirán ahora en la parte del
proceso productivo, pero ni nos inmutamos por el hecho de que existen desde
hace tiempo en otros sectores de la empresa. Y todo eso es, en efecto, privado.
Faltan seguramente varios elementos.
Mi punto es el siguiente. Defender al petróleo como símbolo de las reliquias
estatistas del pasado mexicano es irónico porque ni discute el hecho de que la
mayor parte de las dinámicas productivas en torno a PEMEX son ya privadas, pero
sobre todo, porque NO DISCUTE DE FONDO el argumento central que debería resultar
de este proceso: la propiedad privada de los medios de producción y de los
instrumentos generadores de riqueza es el enemigo a vencer. Mientras aquellos patrióticos
defensores del petróleo sigan ignorando olímpicamente la necesidad de hablar de
socialismo, de analizar desde una perspectiva materialista y de clase la
realidad económica del país, no tendrá ningún caso exigir un no a la reforma energética
cuando, aún si ésta no se realizara, tenemos ya una PEMEX privada casi en su
totalidad.
Ahora bien, unirse a la movilización
es fundamental. Les parece contradictorio que lo diga ahora? No lo es. La movilización
que existe desde hace varios veranos en torno a la defensa del petróleo es la
mejor plataforma para difundir análisis y reflexiones de este tipo. Si el
liderazgo de esta movilización no lo hace (porque no le pasa siquiera por la
mente), nosotros sí que deberíamos hacerlo. Además, la movilización es el proceso ideal
por el cual se crean los vínculos de solidaridad y conciencia que son
fundamentales para cualquier tipo de sólida organización con objetivos
revolucionarios. Es fundamental entrar al juego desde esta perspectiva y no
tener un comportamiento sectario bajo el argumento de que el Peje y sus
seguidores no son socialistas (porque evidentemente no lo son), y que por lo
tanto cualquier apoyo a sus movilizaciones es una claudicación ante la causa.
No. El día que ellos tengan mucho menor poder de movilización, porque la gente habrá
descubierto que, en el fondo, defienden también un modelo capitalista de
sociedad, entonces habrá otros
liderazgos a la cabeza de la movilización –y ésta, en su carácter socialista, será
mucho más democrática.